
La situación
Un presidente «de Estado»
«Si el jefe del Estado puede asistir a funerales que no sean de Estado, el jefe del Gobierno también puede. Y debe»
Se preguntaba Winston Churchill, con su retranca tan característica, «¿por qué estar de pie, si te puedes sentar?». La frase no pretendía explicar una situación literal. Se trataba de una reflexión política sobre la opción de adoptar, cuando se puede, decisiones sencillas o cómodas, en lugar de complejas o incómodas.
Pedro Sánchez ha demostrado ser muy churchilliano (en esto). Entre asistir al funeral por las víctimas de la dana de Valencia (estar incómodo) o no asistir (ahorrarse una posible protesta, que le diera imagen de debilidad política), mejor no asistir. Por el contrario, apenas unas horas después, Sánchez decidió presidir el acto por el «Día de recuerdo y homenaje a todas las víctimas del golpe militar, la Guerra y la Dictadura» (que así lo han titulado). Y con Sánchez, hasta diez miembros de su gobierno. Diez.
Sería innecesario especificar que asistir a un acto no era incompatible con asistir al otro (o quizá sí sea necesario). Era factible estar en los dos. Incluso, hubiera sido muy conveniente hacerlo, porque el presidente habría dado imagen de cercanía y preocupación tanto con las víctimas de la Guerra Civil (tragedia de hace casi nueve décadas), como con las víctimas de la dana (tragedia de hace poco más de un mes).
Pero no hay decisión que se adopte en Moncloa que no pase por el filtro de la táctica política, con voluntad de salvar la imagen del presidente en el próximo cuarto de hora. Así vive Sánchez peligrosamente desde 2018 y así le va bien, si por «bien» se entiende que se mantiene en el poder.
Justificar la incomparecencia en el funeral por no llevar el apellido «de Estado» es una excusa de tan bajo nivel, que exige pedir que los estrategas de Moncloa se esfuercen un poco más. Puestos a no decir la verdad, al menos que disimulen. Porque, si el jefe del Estado puede asistir a funerales que no sean de Estado, el jefe del Gobierno también puede. Y debe.
Pero en los despachos del poder se trabaja con el único objetivo de evitar imágenes desagradables. Solo se acepta que el presidente salga favorecido. Sin excepciones.
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