El buen salvaje
Se puede robar y malversar pero no ir de putas
Hasta el Nacionalcatolicismo, en la grima de su catecismo, parecía más sincero
Nos echaron de comer desde el cónclave socialista una proposición sobre el puterío para ver si el foco de los escándalos se trasladada a un lupanar, pues no estaban bastante prostituidas las instituciones y los procesos propios de una democracia liberal. Fue sacar la mano incorrupta de Santa Teresa o algunos de esos símbolos que se pasean cuando la guerra está perdida. «Mañana en la batalla piensa en mí, y caiga tu espada sin filo: desespera y muere», debió pensar Pedro Sánchez, Ricardo III de puertas para adentro, de abultada joroba moral y sin caballos, «¡mi reino por un caballo!» en un intento desesperado por cambiar corrupciones de despacho por fluidos de alcoba sin tener en cuenta que cuando hoy se piensa en un putero se viene a la cabeza un señor de su partido. Si la pregunta es si prohibirían a esos señores socialistas que se vayan de putas, la respuesta que me sale es que siempre que paguen la puta, la cama y el gramo de coca con su dinero. Lo malo del socialismo es que hasta los vicios van a cargo del erario público. O sea, que hagan lo que quieran pero que no me roben que tengo que comprar los Reyes Magos a la familia y soy más bien cigarra que hormiga. O sea, que no nos tomen por tontos una vez más. La prostitución (casi) gratis existe en partidos como este en el que se jalea al líder a cambio de poco.
El nuevo PSOE se presenta como una nueva religión ante la que hay que confesarse. No por usar la Fiscalía a su antojo. No por incitar a un compañero a delinquir. Sí por lo que un socialista hace en su ámbito privado. La izquierda corrupta no tiene vergüenza en crear un cuerpo ético con el que fabricar un templo de hipócritas. Dejaremos para otra ocasión si yacer pagando es suficiente como para merecer el destierro (va ser que no), pero sí vamos a contestar lo que significa plantearlo en este contexto. Ya saben el porcentaje de españoles que recurren a los servicios de pago sexuales. Hagan el cálculo entre sus militantes. No serán ni más ni menos. Salvando alguna circunscripción en que son mayoría. Con qué autoridad se despide a alguien que se fue de putas (o de putos, digo yo) mientras se mantiene en Moncloa la mancha del pecado original. Para llegar a ese punto, los socialistas tendrían que ser seres inmaculados y celestes. Pero no. El debate es si apartan a los puteros pero no a los ladrones de documentos. Hasta el Nacionalcatolicismo, en la grima de su catecismo, parecía más sincero. Pedro, sobre esta piedra se construirá la nueva iglesia, o la nueva secta. Hay putas que os llaman hijos de ellas mismas. No solo no las tienen en cuenta sino que las arrojan a la hoguera como si fueran brujas de otra época.
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