El buen salvaje

Puigdemont, Daniel Sancho te ha puesto el listón muy alto

Es difícil conseguir un golpe de guion a estas alturas del mes. Sancho es la otra «Barbie» de la temporada

Media España periodística (un trocito pequeño, según se vio en los resultados de las últimas elecciones: somos un candelabro subiendo un crujiente piso, unos fantasmas, vaya) anda fibrilando por la poca playa que le dejan en las tertulias. Ya hemos constatado que el tremendismo no nos lleva más que a la melancolía. Tantos golpes de pecho para que tengamos como tercera autoridad del Estado a Francina Armengol, la más avanzada del mercadillo de su pueblo. Sí, hay personas que parece que no conocen otra boutique. Queridos colegas, perded toda esperanza, no por más gritar se torcerá la historia y ni por más que Francina vaya a Zara parecerá que conoce a Marc Jacobs. Y eso que sabe catalán. Ni en una de esas fiestas del covid en las que Armengol disfrutaba tanto. No es no. Que sea yo el que os lo venga a decir, vosotros que os creíais tan buenos analistas, sé que duele, pero aguantaros un poco, que me hicisteis casi adicto al fentanilo.

Lo malo de este verano es que no hay nada que pueda superar a lo de Daniel Sancho. Las columnas de Esperanza Aguirre parecen un trozo de tiramisú no muy cargado de café y los artículos de los afamados «sosténgame el cubata» se derriten como algo, cualquier mamarracho, pintado por Dalí. Urge cambiar la estrategia, es imposible competir con el cuerpo troceado de un cirujano gay colombiano. Es que son muchas cosas. Daniel Sancho sigue siendo un maromo asesino con club de fans y el pobre médico un señor ojeroso que tenía mucha pasta, y la gente con pasta para el común esconde un muerto antes de matarlo. Es horrible lo que escribo, pero es así. Nota a los más jóvenes: escuchad la letra de «El jardín prohibido» y lo entenderéis. Es difícil conseguir un golpe de guion a estas alturas del mes. Sancho es la otra «Barbie» de la temporada, solo que el primero ya había tenido cita con el urólogo antes de que la muñeca visitara al ginecólogo. Y así será hasta la vuelta al cole cuando Sancho vaya convirtiéndose en niebla formando un puzle con nuestros recuerdos de las vacaciones.

Mientras tanto, ya puede el propio Puigdemont postularse, por qué no, a presidente del Gobierno de una monarquía de la que formaría parte la república catalana. A España le da igual en estos momentos que la destruyan, como si se ofreciera, casi, a ser descuartizada en diecisiete trozos. ¡También es casualidad lo de los diecisiete pedazos que planeó Daniel Sancho! Al final, lo mires por donde lo mires, el verano de 2023 quedará como la crónica de un asesinato.