
Las correcciones
Lo que gana Europa con el acoso a Harvard
Es muy posible que el talento global busque alternativas a EE.UU.; nadie quiere ir donde no es bienvenido
El ranking de las universidades más prestigiosas del mundo hace tiempo que está copado por las estadounidenses. Únicamente las británicas, Oxford y Cambridge (Oxbridge, como dirían los ingleses), aparecen en los primeros puestos dejando a las europeas por detrás. Esta excelencia académica ha convertido a Estados Unidos en un polo de atracción del talento global. Los estudiantes extranjeros no siempre regresan a sus países de origen al terminar sus estudios y se quedan atraídos por la cultura americana y por las oportunidades profesionales que ofrece la primera economía del mundo. El mercado laboral y la fuerza de trabajo en Estados Unidos se ha beneficiado durante años de los alumnos de la Ivy League. El conocimiento y talento ha permitido a Estados Unidos liderar el desarrollo tecnológico y científico, un talento que, habrá que reconocer, no siempre ha sido nacional.
El último capítulo de la cruzada emprendida por el presidente Donald Trump contra Harvard al vetar a los estudiantes extranjeros –paralizada de momento por la Justicia, el único freno a MAGA– supone un ataque directo a la libertad académica que repercute gravemente en la capacidad de estas instituciones de fichar a los mejores estudiantes sin importar cuál sea el lugar donde hayan nacido.
La decisión de negar la admisión de alumnos extranjeros deja en el limbo a unos 6.800 estudiantes de Harvard, el 27% del total de la institución, pero en otras universidades el dato es incluso mayor, al ser alumnos que pagan cuotas más altas y generan «beautiful money» que diría Trump. En el curso 2023-24 había 1,1 millones de extranjeros con un gasto mínimo de 90.000 dólares anuales (calculen). También resulta un despropósito la persecución de todos los estudios que incluyan la palabra «clima» a pesar de que la OMM ha advertido que el mundo se enfrenta a un aumento de las temperaturas por encima del 1,5% en los próximos cinco años. Todo esto contribuye a dañar ese intangible que es la excelencia académica y que tan rentable ha sido para EE.UU. aunque la actual Administración no quiera reconocerlo enfrascada en una batalla cultural absurda.
Elegir dónde vas a estudiar es una de las elecciones más trascendentales de la vida. La universidad no es un título, sino una ventana al conocimiento y a los contactos sociales que definirán tu futuro personal y profesional. Coger las maletas y mudarse a otro país constituye un acto de valentía o coraje. Renuncias a tu zona de confort para abrazar lo desconocido alejado de tu familia y amigos. Para muchos es el primer acto de un emprendimiento que generará a la larga muchas satisfacciones. Con el ataque a la élite universitaria, es muy posible que los estudiantes más brillantes de todo el planeta empiecen a mirar alternativas a EE.UU. Nadie quiere ir a un lugar donde no es bienvenido. Y este talento tiene dónde elegir. Es aquí donde la Unión Europea y España deben actuar rápido para abrir sus puertas. La UE debe ser un referente de libertad y excelencia académica frente al dogmatismo. China, por su parte, ya ha empezado a actuar; no dejemos que nos adelanten por la derecha. Europa tiene la oportunidad de volver a convertirse en un faro del conocimiento y eso puede ayudarnos a competir en un mundo volátil.
✕
Accede a tu cuenta para comentar