
Res non verba
Dos años después
Llegar al ecuador de este engendro de legislatura con Ábalos, Cerdán y Koldo imputados era algo que no entraba en los planes del presidente

Por aquellas cosas del azar vacacional y la hospitalidad de mi familia política, he venido a parar a tierras navarras (donde Santos y Koldo abrieron sus ojitos al mundo) en este segundo aniversario del «Día Después». Dos años ya de aquella mañana del 24 de julio de 2023 en la que todavía nada había pasado, pero ya sabíamos que todo iba a suceder. La lógica decía que la gobernabilidad de la cuarta economía del euro no puede descansar en un golpista fugado, pero la lógica es esa liebre que corre más rápido que la vida institucional española.
Hace justo dos años sospechábamos con estupor que eso de que el PSOE iba a iniciar oscuros contactos con Puigdemont, usando la jerga actual, «ni cotizaba». Dos años después, nos encontramos justo en el ecuador teórico de este engendro de legislatura que jamás debió empezar y que, sin embargo, empezó. Y no, no nos engañemos. La legislatura no está siendo una tortura definitivamente insoportable para Pedro Sánchez. Puede que lo sea para nuestro Estado de Derecho, pero la legislatura está, en lo fundamental, más allá de sustos y desgastes, donde su hacedor quería que estuviera.
Hace dos años «ni cotizaba» que íbamos a tener un esperpento de legislatura y este segundo tomo ha terminado con un dictamen presidencial también muy del gusto de la jerga actual: «Ni tan mal». Esa ha salido la valoración de Sánchez tras el zarrapastroso pleno con el que el Ejecutivo despedía el curso político sin sacar adelante el decreto antiapagones. Y sí, evidentemente, diremos que es un Ejecutivo a la deriva sin capacidad de gobernar y con unos socios que le torturan. Y habremos sufrido un apagón tercermundista y dos huevos duros. Pero no nos engañemos: en el fondo, en lo mollar, se trataba de esto.
Aquella «blitzkrieg» veraniega con la que Sánchez nos hizo votar un 23 de julio solo buscaba bloquear la alternancia política y eso se está consiguiendo. Solo hay que ver ese incunable de la literatura universal que ha sido el último (hasta el siguiente) manifiesto de supuestos artistas e intelectuales a favor de la continuidad del sanchismo: «aquellos que solicitan que se celebren ya elecciones, sean de derechas o de izquierdas, lo único que desean es que llegue un gobierno de las derechas». Tócate lo que no suena.
Es decir, aquí solo estamos para evitar el deseo de cambio político que exudan las encuestas. Estar en el poder por estar, con la única intención de que no estén «los otros». Este «restyling» del cainismo ibérico es el sustento principal del «sanchismo». La sustancia proteica que todo lo justifica, blanquea y resucita. Y por eso precisamente los hay que llegan a este segundo aniversario del «Día Después» dispuestos a resistir como sea. En lo fundamental, la derecha sigue sin gobernar; con lo cual, ni tan mal.
El Ejecutivo está a la deriva, sin capacidad de gobernar y con unos socios que le torturan
Es verdad que por el camino nos hemos encontrado sorpresas bastante góticas que han demacrado el rostro de Pedro el Resistente. Llegar a este ecuador del engendro con Ábalos, Cerdán y Koldo imputados por corrupción (más el resto de la cuadrilla) era algo que no entraba en los planes de un presidente que, aun con todo, ya está cavilando cómo resetear para llegar a 2027. Por lo pronto, el fantasma político de Cristóbal Montoro (con su ruido de cadenas y su risita chirriante) ha venido a manifestarse para espanto del PP y jolgorio socialista. Ha sido un anticipo de esos brotes verdes por los que clamó Sánchez en su sesión de control más complicada: aquella en la que tuvo que dar la cara tras el estallido del escándalo Cerdán.
Fue una mañana en la que lo fio todo desesperadamente a que, a la vuelta del verano, las causas judiciales que afectan al PP pudieran darle oxígeno. Sánchez, además de toneladas de desahogo amoral, tiene algo de baraka y, efectivamente, el final de los siete años de instrucción del «caso Montoro» le han alegrado el semblante. El exministro de Hacienda tenía la fea costumbre de mezclar demasiado lo público con lo privado en lo estético, lo ético y ya veremos si también en lo judicial. Si feo es que Begoña Gómez mezclara churras con merinas para contratar a una asistenta en La Moncloa, igual o más feo resulta arrimar una consultora privada al Ministerio de Hacienda y a la cuota del Boletín Oficial del Estado (BOE) que le cuelga.
Aquí en Navarra el comentario más repetido es que no entienden cómo en Madrid la gente no se escandalizó de que Koldo llegara tan alto viniendo del ambiente chusquero de donde salió. Y en el PP tampoco faltan los que lamentan que lo de Montoro se veía venir. Pocos días tan ilustrativos como estos para recordarnos la necesidad de una UCO autónoma y unas instrucciones judiciales independientes. Para recordarnos el peligro de la reforma Bolaños y una posible justicia hemipléjica en un país como este. Dios nos guarde a la UCO. El bipartidismo es un bucle melancólico y el «sanchismo» se marcha a la playa cavilando nuevas fórmulas de resistencia. Dos años ya del engendro y el final todavía está por escribirse.
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