Opinión

Por qué Macron se equivoca con Taiwán

No es sólo el espejo de Ucrania, la isla es una democracia vibrante que Occidente debe preservar

Igual que ocurrió en 2019 con la frase de la «muerte cerebral» de la OTAN durante una entrevista con «The Economist» el presidente francés, Emmanuel Macron, ha vuelto a protagonizar un gran revuelo diplomático por sus afirmaciones, esta vez, respecto a Taiwán. Las confesiones a tumba abierta a «Les Echos» y «Politico» sobre que la Unión Europea debe perseguir su «autonomía estratégica» para evitar ser «un vasallo» de Estados Unidos en su enfrentamiento con China han generado un enorme malestar en las cancillerías europeas (no sólo en las de los países del Este, también en Alemania) y han provocado preocupación (y en algunos casos enfado, véase la reacción del senador republicano Marco Rubio) en Washington.

Macron se esfuerza por situar a Francia como la cabeza pensante de la Unión Europea, la potencia que decide cuál debe ser la dirección que debe tomar el proyecto comunitario para garantizarse un lugar privilegiado en el tablero internacional, pero el pobre no ha podido elegir un peor momento para expresar sus pensamientos geoestratégicos (grandilocuentes para algunos de sus críticos). En Occidente muchos recuerdan que si Washington no se hubiera implicado en la defensa legítima de Ucrania, Vladimir Putin probablemente ya habría ganado la guerra. Una guerra que se produce a las puertas de Europa y que afecta directamente a nuestros intereses, esos a los que Macron dice que hay que proteger. La filtración de los cables del Pentágono han puesto de manifiesto cómo Ucrania se está quedando sin munición a un ritmo mucho más rápido del que Europa tiene capacidad de reponer. En respuesta, Estados Unidos ha afirmado que quintuplicará la producción de armas en los próximos dos años, con un coste de 1.900 millones de dólares hasta ahora y de 15.000 millones en los próximos 15 años. En comparación, la UE ha comprometido un total de 2.000 millones de dólares adicionales. El total de la ayuda estadounidense en Ucrania, incluyendo la militar, financiera y humanitaria, asciende a 77.000 millones de dólares. La de la UE roza los 32.000 millones de dólares y la francesa, en concreto, no alcanza los 2.000 millones. No parece que sean unas cifras de las que podamos presumir para construir nuestra «autonomía estratégica».

Pero el tropiezo de Macron no sólo olvida que Ucrania y Taiwán se reflejan en el mismo espejo. Pues tanto China como Rusia quieren deconstruir el orden actual para imponer su modelo alternativo. Sino que Taiwán tiene un valor en sí mismo que Francia -con importantes intereses en el Indo Pacífico- no puede pasar por alto. El estatus de Taipéi como democracia vibrante y autónoma es crítico y de interés para Occidente. Tras el revuelo, Macron ha insistido que Francia defiende el «status quo». Pero sus palabras sobre la neutralidad de Europa en un conflicto sobre Taiwán debilitan el frágil principio de ambigüedad estratégica que protege la isla de las tentaciones expansionistas. Además, mantener el «status quo» no implica una política estática y superficial. Lo deseable es que por debajo de la línea de flotación concurra una diplomacia hábil y mayores capacidades militares para que la disuasión estadounidense y europea sea efectiva. Macron consciente o inconsciente ha hecho el juego a Xi. Ha querido emular al general Charles De Gaulle, pero puede ponérsele cara de Philippe Pétain.