La situación

¿Qué es lo primero?

«Pocas veces, como ahora, hemos asistido en España a un ejemplo tan claro de política con objetivos unipersonales»

A partir de este lunes empezaremos a ver el coste real –económico, político y en dignidad nacional– que va a tener el apoyo implícito que los socios de investidura dieron a Pedro Sánchez la semana pasada. Implícito, porque ninguno quiso explicitarlo en una votación: una cosa es tener la voluntad de sostener el Gobierno, y otra distinta es mojarse en público con una votación parlamentaria. Aparten de mí ese cáliz.

Sánchez salió del pleno parlamentario con muchos rasguños, pero políticamente vivo. Y, como es natural, todo tiene un precio, que hoy empezará a abonarse con una reunión para establecer las condiciones de la «financiación singular» (así bautizada por la fábrica de eufemismos de Moncloa) de Cataluña.

Dicho sin giros lingüísticos creativos, estamos ante otro pago a cuenta a los independentistas, que será gestionado por el socialista Salvador Illa, y que supondrá resolver el grave problema de la financiación autonómica solo para una comunidad, y con el único motivo de sostener en pie el inestable castillo de naipes que preside Sánchez. Después llegará el turno del País Vasco, con ese mismo propósito.

Pocas veces, como ahora, hemos asistido en España a un ejemplo tan claro de política con objetivos unipersonales, en la que todo se hace –o se impide que se haga– con el único propósito de mantener artificialmente el latido de una legislatura fake, en la que casi lo único relevante que se ha legislado es la amnistía.

No es nuevo que la política tenga mucho de ambición personal. Pero eso solo es criticable cuando al depositario de esa ambición la avaricia de poder se le va de las manos. Y quizá ya hayamos llegado a ese escenario poco deseable.

Hubo un tiempo en el que la ética estaba por encima de todo. Fue entonces cuando Ramón Rubial, presidente del PSOE y referente moral de su partido, estableció ante los suyos un orden de prioridades: primero España, luego el PSOE y después nosotros, los militantes. Esto cambió cuando el PSOE optó por las elecciones primarias, a través de las cuales los militantes entregaron todo el poder a una única persona. ¿Y España?