A pesar del...
Queremos tan poco a Warren
Warren nos ha mentido mucho, y es razonable pensar que la gente puede haber dejado de tragar sus bulos
Warren Sánchez, el hombre que tiene todas las respuestas, no las tiene todas consigo. ¿Por qué lo queremos tan poco?
El patrón argumental es clásico del totalitarismo: como el gobernante es estupendo, y todo lo hace bien, la única explicación posible de la crítica es que la culpa es de otro. Si el poder es responsable de algo, quizá, es solo que no haber sabido comunicar bien su magnífica gestión.
Pero el grueso del pecado lo cometen otros, que, por supuesto, deben ser necesariamente unos malvados. Y de ahí viene la típica demonización de todo aquel que ponga en duda los méritos aparentemente indiscutibles de Warren y su banda: la derecha (añádase «y la ultraderecha»), los medios («la derecha mediática»), los jueces («la derecha judicial»), etc. Se asusta al respetable también con perversos extranjeros, como «los hombres de negro» de Europa, o Milei allende los mares que nos amenaza con la motosierra.
Pero si esto es así, ¿por qué Warren ha ido perdiendo casi todas las elecciones? Todo sugiere que se ha impuesto el viejo dicho de Lincoln: no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo. Warren nos ha mentido mucho, y es razonable pensar que la gente puede haber dejado de tragar sus bulos.
Porque igual no ha «pacificado Cataluña», sino animado a sus enemigos. Igual la economía no va tan bien como asegura la Moncloa y la prensa gubernamental, sino que se maquilla el paro y solo va bien la contratación pública. Igual la izquierda también es corrupta. E igual la propaganda oficial de que aquí solo pagan más impuestos los ricos es una fabulosa mentira. Como apuntó un informe del Instituto Juan de Mariana, España es el país de Europa donde más sube la presión fiscal, y Warren y sus amiguitos han creado o aumentado un impuesto cada mes entre 2018 y 2024. Han hostigado a empresas y autónomos, crujiendo a la clase media con la no deflactación del IRPF. La buena apariencia económica es básicamente un espejismo fundado en el gasto y la deuda pública.
Concluyó en Expansión José María Rotellar: «El Gobierno puede seguir instalado en la fantasía, con el propósito de conseguir colocar su argumentario para hacer ver que todo es de color de rosa, pero el tiempo demostrará que su sermón publicitario no se sostiene».
Igual por eso queremos tan poco a Warren.
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