Editorial

Razones para que el PP gobierne sin coaligados

La convivencia entre políticos de disciplinas y proyectos diferentes en un gobierno genera un caldo de cultivo poco propicio a la serenidad, moderación y seguridad que los españoles esperan y necesitan

Con unas elecciones cruciales a la vuelta de la esquina, los partidos políticos están obligados a calibrar al milímetro las decisiones sobre la estrategia que demanda el exigente envite. Entendemos que no estamos ante unos comicios de tantos que se han celebrado en nuestro país. No lo son porque tampoco se había padecido nada parecido al sanchismo, un fenómeno político e ideológico que ha hecho saltar las cuadernas del sistema con embestidas desconocidas a principios y seguridades democráticas que habíamos considerado como invulnerables. La izquierda gobernante ha exhibido su fuerza y su determinación en un proyecto para acabar con la España constitucional, la germinada en la Transición, y reemplazarla por un modelo de Estado bajo una asfixiante hegemonía y control políticos desde el poder sobre la vida nacional. Por estas razones, los españoles estamos ante la primera oportunidad en años de expresar el hartazgo con esa mayoría denominada de investidura sobre la que se abrazan la izquierda populista y antisistema, los independentistas y los bilduetarras, entre otros. El Partido Popular, como alternativa única al sanchismo, está obligado a minimizar los errores y maximizar sus virtudes en las próximas semanas y meses. Y en ese sentido revisar las experiencias propias y ajenas y enfocar decisiones fundamentales con perspectiva y altura de miras. En las páginas de Nacional avanzamos hoy las directrices medulares de los planes populares a partir de un previsible marco sin mayorías absolutas. En ese contexto, la preferencia será gobernar en solitario y articular un proceso negociador con Vox como actor primero para garantizar las investiduras que aseguren las plazas para el centroderecha y el consiguiente desalojo de la izquierda. El mensaje y la conclusión de la dirección de Génova es que ni se desean ni se pretenden ni se esperan coaliciones para afrontar la legislatura. No se desea repetir la experiencia del Gobierno de Castilla y León, y de hecho crecen las opiniones internas que demandan romper esa fórmula antes de las elecciones generales de final de año. La preferencia por promover administraciones en solitario, sin coaligados, es legítima y además razonable tanto para el interés particular del partido como para el general de los gobernados. Un liderazgo inequívoco en la dirección de la acción política aporta certidumbre y consistencia imprescindibles especialmente ante la magnitud del proyecto regeneracionista y reformista que urge a España. Sería injusto descalificar el desempeño de todas las coaliciones de los últimos años en nuestro país, pero la verdad es que la convivencia entre políticos de disciplinas y proyectos diferentes genera un caldo de cultivo poco propicio a la serenidad, moderación y seguridad que los españoles esperan y necesitan.