Al portador

La retórica de las catástrofes

«Un Estado que gasta 700.000 millones al año está sobrado de recursos para ayudar a los afectados de la DANA»

Albert Camus (1913-1960), premio Nobel de Literatura (1957), desde su existencialismo pesimista, explicaba que «al principio de las catástrofes, y cuando han terminado, se hace siempre algo de retórica. En el primer caso, aún no se ha perdido la costumbre; en el segundo, se ha recuperado. Es en el mismo momento de la desgracia cuando uno se acostumbra a la verdad». La dana que acaba de asolar el Levante, con un balance todavía incompleto, pero en aumento, de víctimas, es una catástrofe absoluta que, como tantas otras, corre el peligro de dar paso a respuestas retóricas, es decir «vacuas» o faltas de contenido, como reza la acepción tercera de la palabra en el diccionario de la Real Academia. Habrá, sin duda, declaraciones –de cuya sinceridad no duda nadie– grandilocuentes de solidaridad, acompañadas de promesas de apoyo y ayudas de todo tipo. Lo más urgente todavía es poner los medios para evitar más víctimas y luego ayudar, con celeridad, a los más afectados. Todo muy simple de decir, pero mucho más complicado de realizar. Por último, pasado, el fervorín inicial de la solidaridad, resulta imprescindible destinar los recursos necesarios para que la zona vuelva, hasta donde es posible, a la normalidad y que nadie se olvide de los afectados. Un Estado que gasta 700.000 millones de euros al año no debería tener dificultades insalvables para mitigar el problema, y sin reclamar más impuestos, ni esfuerzos adicionales. Bastaría con reasignar cantidades importantes de gasto muy discutibles –y nada productivas– a solucionar un problema que, este sí, es real, muy real. La pelota está en manos de los Gobiernos, autonómico –en este caso del PP– y nacional –el que encabeza Sánchez–, y sería intolerable que, por obtener réditos políticos, no se pusieran de acuerdo desde el minuto uno para buscar los recursos necesarios y destinarlos a donde sea más necesario. Sin retórica y sin que todo quede en el olvido dentro de unos meses. Ahí están las quejas de afectados del volcán de La Palma, que se quedaron medio huérfanos cuando aquello dejó de ser el foco de interés. La dana ha dejado muerte y destrucción y, por muy inevitable que parezca, habría que olvidarse de la retórica al inicio y sobre todo al final de una catástrofe, como advertía Camus.