Big data

El riego por goteo se impone como respuesta racional del campo ante la escasez de agua

El potencial de crecimiento de los caudales procedentes de la depuración los convierten en un recurso a explotar

El poeta Miguel Hernández, en su obra de 1937 «Pastor de la muerte» escribía unos versos relativos a la necesidad, ya por entonces conocida, del trasvase de agua entre las distintas cuencas hidrográficas de España. «Donde no haya río, habrá canales de agua y granito, que están pidiendo en un grito el Tajo y el Ebro ya», escribió aquella pluma gran de nuestra literatura.

En julio de 2020 el Instituto Nacional de Estadística publicaba la última encuesta realizada hasta ahora sobre el uso del agua en el sector agrario (EUASA) con lo que cuenta con datos de la serie histórica 2012-2018. El volumen de agua de riego usado en el sector agrario se mantiene estable en torno a los 15.000 hectómetros cúbicos/año desde 2012 en una secuencia consolidada en nuestros campos.

El origen del agua para riego en el último año estudiado por el INE fue eminentemente de origen superficial. Concretamente, el 74,3% del volumen de agua disponible para el riego. Siendo en segundo lugar el agua de origen subterráneo con el 23,9%. Tan solo el restante 1,8% procedía de la depuración de aguas residuales o agua desalada.

Por lo que el potencial de crecimiento de uso de agua del mar o de plantas depuradoras debe ser una alternativa a la disminución de los recursos hídricos de superficie y subterráneos por la sequía, que debería ser implementada más pronto que tarde como método para optimizar recursos.

En 2018 la agricultura empleó 15.495 hectómetros cúbicos de agua de riego. Lo que suponía un aumento del 3,7% con respecto al agua de riego empleada en la encuesta realizada en el año 2016.

El estudio nos facilita datos comparativos del periodo 2016-2018 de las tres técnicas de riego, tanto el uso de agua de regadío por goteo o riego localizado, que se incrementó un 6,4%, el riego por gravedad, que creció en un 2,8% y el riego por aspersión, con una subida de tan solo el 0,7%.

El goteo representó el que más recursos absorbió, el 40,4% del consumo de agua de riego, mientras que el riego por aspersión fue el minoritario, con un consumo del 26,6% del agua. Mientras que el riego por gravedad quedó en un punto intermedio, acaparando el 33,0% del recurso hídrico destinado al riego.

Se perfilan tendencias en el estudio de los años 2012-2018, y es un incremento sostenido de los hectómetros cúbicos destinados al riego más racional, el que se realiza mediante técnicas de goteo. El volumen de agua destinado para este fin se ha incrementado de los 5.387 hectómetros cúbicos de 2012 a los 6.267 de 2018. Todo lo contrario ocurre con el método menos eficaz, el del regadío por gravedad, que en estos años ha ido reduciendo su número de hectómetros cúbicos, pasando de los 6.380 en 2012 a los 5.107 en 2018.

El tercer sistema de riego por volumen de agua empleada, el de aspersión, presenta un aumento en el consumo de agua, especialmente en el periodo 2013 a 2018, el que pasó de 3.751 a 4.121 hectómetros cúbicos.

En estos 6 años estudiados por el INE se destaca que el riego por gravedad ha pasado de ser el primer modo de riego a caer en el segundo puesto, al ser desbancado por el riego por goteo, por lo que la racionalización del agua como bien escaso es una realidad en la agricultura.

Pero nada de todo este esfuerzo tendrá sentido si los responsables públicos no desarrollan una política hídrica global y estructura que atienda a las demandas presentes y a los escenarios futuros desvestida de ideología y desde la atención a la ciencia, claro, pero sobre todo del diálogo y el acuerdo con todo ese sector primario que conoce como nadie las urgencias del sector y del medio. El agua no requiere de dogmas ni credos verdes, sino de pisar la tierra y conocer la realidad en todos sus extremos y connotaciones.