Cuartel emocional

Ropa vieja

Me refiero a esa ropa que sale del fondo de los armarios polvorienta, viejuna, poco apetecible y sin sustancia

Cada vez que veo a los cabezas visibles del PP ahí sentaditos en sus pupitres, rodeando al gallego Feijóo, con Cuca, Pons, Borja o el coloradito gordito, que ahora sale mucho, tengo sensación de estar ante ropa vieja. No el suculento plato de restos del cocido que se hace al día siguiente salteando en la sartén las carnes, las verduras y todo lo que ha sobrado, lo que hoy llaman cocina de aprovechamiento, y añadiéndole un plus de sabor –o disfrazándolo para darle categoría-, con un poco de salsa de tomate o una buena ajada con pimentón, que también se pudiera aplicar a esa aburridísima panda, pero no. Me refiero a esa ropa que sale del fondo de los armarios polvorienta, viejuna, poco apetecible y sin sustancia. Tenemos que hacer justicia y no incluir en este panorama penoso a la Ayuso, que es una manzanita fresca, recién cogida del árbol, con ese cutis perlado que le ponen en la Clínica Bruselas a través de las manos mágicas del doctor Chris Oyola; esa boca fresca que suelta con acento castizo tantas frases que nos hacen pensar que todavía hay esperanza, que hay alguien que nos puede sacar de la soledad del océano, sin olvidar al pequeño Almeida, el hombre carente de sentido del ritmo pero que suelta la frase adecuada en el momento adecuado tipo “el tal Sánchez ha pasado de ser el puto amo al puto perdedor, el puto fracasado”. ¡Qué bien ajustado y que patada en todo el epiplón de ese ministro que está desbaratando la puntualidad y la frecuencia de los trenes, me refiero a Óscar Puente. Una siente nostalgia de los tiempos de aquel AVE de Miguel Corsini donde el viajero era tratado con respeto y con una atención tan esmerada como la del Orient Expréss. Ahora te ignoran y apenas puedes pedir una botellita de agua, porque enseguida te mandan al vagón del bar. Pero, a lo que íbamos, lo del “puto amo” se le ha desplomado como una roca empujada al fondo del mar, que de ahí no hay ya quien la saque. El hermanito chupón –ya tenemos un nuevo “mienmano”, como en otros tiempos-, ayuda mucho a que ahí se quede, ahora imputado también el chaval, como su señora, a la que él llama Presidenta en la intimidad. Mira, ahí sí que tengo que decir algo a favor, debe dar mucho gusto que te valoren y hasta sobrevaloren, incluso que te atribuyan virtudes de las que careces, pero da igual, tú te las crees y te sientes feliz. En ese sentido, Begoña debe andar con su autoestima muy alta. No puedo olvidar otro del PP que merece la pena, ese Juanma Moreno Bonilla que sacó del sarcófago socialista a los andaluces para darles nueva vidilla y apartarlos de los falsos ERES y de toda la trampa y el pillaje que allí se estuvo cometiendo. Alejarlos del ese fango que tanto pregonan y que es el mismo que los ensucia a todos y cada uno de ellos.

CODA. A todos asombra la presencia del Papa en la cumbre del G7 abrazando a su compatriota Milei, mientras la Meloni va al rescate de Biden, que está más desorientado que nunca. Mucho me temo que lo que allí se debate –Ucrania, Gaza, economía, migración, desarrollo- le suena a chino. Esto es lo que más se percibe de las imágenes que recibimos. También las caras de inquina recíproca que se dedican Macron y la premier italiana. Una cosa en común a todos los países que concurren es el apoyo económico a Ucrania para poner fin a una guerra que dura ya demasiado. Todas duran siempre demasiado.