El buen salvaje

Rubiales, y ahora las pelotas

El Rey debe tomar nota y adjuntar en su informe la impresión de la Reina al ver que habían soltado a un orangután sin champú anticaspa

Y dale con el hula hop. El pico de Rubiales va a ser el más largo de la historia. El código Hays impuso en Hollywood que los besos en la boca no podían durar más de cinco segundos. El de Rubiales subsiste ya tres días. Vamos a estirar el chicle, como hizo Alfred Hitchcock en «Encadenados», que cumplió con el tiempo del roce labial pero mantuvo a Cary Grant y a Ingrid Bergman cara contra cara como si siguieran besándose.

Lo más gracioso, si es que el asunto tiene algo de gracioso, es que el presidente de la Federación no sabe por dónde le sopla el aire: se disculpa y le llueven más palos todavía. Debe ser el último hombre en la tierra que no se ha enterado de que lo que hizo pudo tener «maldad» o no, que es como él lo llama, pero que está feo, más feo que él mismo, pues Rubiales es un auténtico feo, que si Brad Pitt besa así también sería tildado de machirulo infame pero, hombres, mujeres, mejor una polémica con Brad Pitt que con Rubiales (broma, risas enlatadas). Bueno, esto, como todo, Irene Montero, es una «opinión personal» que no ha de afectar al catecismo feminista. Siempre ha habido pecadores. Aquí uno.

Lo peor del personaje está en que Rubiales es un Torrente del fútbol, pero cree que eso es lo normal. De la misma manera que Torrente vería natural hacerse unas pajillas. Como lo de tocarse las pelotas en señal de triunfo junto a la Reina Letizia y la Infanta Sofía. A ver, no es que me ponga del lado de los que ven un acto de violencia sexual, pero sí desde luego un momento de mal gusto por el que debería ser castigado con tarjeta roja. Por lo del beso y por lo de las pelotas. Ambos gestos están en su mismo código ético. Y aun así Pedro Sánchez le dio la mano (sin que la llevara luego a la nariz) en Moncloa delante de las jugadoras. Rubiales no hubiera cruzado aquellas puertas si la investidura pendiera de un penalti. O sea, está hecho. El Rey debe tomar nota y adjuntar en su informe la impresión de la Reina al ver que habían soltado a un orangután sin champú anticaspa.