
Y volvieron cantando
Salvar el «8-M»
La fiesta del «8-M» debe de ser salvada y de una vez por todas de sectarismos políticos
365 días después del «8-M» de 2024 en España han pasado muchas cosas y no todas agradables, ni para la lucha por la igualdad de género en general ni en particular para la dignidad de algunas mujeres que, en su condición de dirigentes políticas, se han visto atrapadas entre la firme convicción feminista y la pura ideología compartida, mal que les pese, con antiguos compañeros que hoy ya no las van a acompañar en primera línea de manifestación. Las pancartas desplegadas hace doce meses quedaban arrumbadas en el sótano de las sedes de quienes se arrogan el pedigrí de la igualdad de género, a la espera de ser desempolvadas solo para esta jornada, porque el «8-M» desgraciadamente no tiene la misma vigencia hoy que el resto de días del año, esa es la realidad. Este sábado, la legítima reivindicación de millones de mujeres, pero también de millones de hombres comprometidos con la causa de la igualdad en todo el mundo, volverá a salir a las calles para recordar, no solo lo mucho que queda por avanzar, sino la imposible marcha atrás sobre lo ya conseguido.
Aquí en España el «8-M» lleva algunas «ediciones» que, lejos de fortalecer este aniversario, acaba dibujando un horizonte no precisamente prometedor para una lucha que debería comprometer a todos los ciudadanos sin necesidad de que tengan que mostrar el carné de su afiliación política. La sagrada reivindicación de la igualdad total y definitiva entre sexos no puede resultar rehén de unas muy concretas siglas políticas tratando de marginar e incluso señalar a quienes no se encuentran en la misma órbita ideológica. En este país, después de más de cuatro décadas de democracia, las primeras mujeres ministras, presidentas de comunidades autónomas, vicepresidentas del Gobierno de la nación o alcaldesas de grandes ciudades lo han sido bajo las siglas de PSOE y PP, igualmente comprometidos con la igualdad pero, siempre señalados bajo el estigma de un supuestamente dañino bipartidismo. La fiesta del «8-M» debe de ser salvada y de una vez por todas de sectarismos políticos que en nada se corresponden con la realidad de ciudadanas y ciudadanos que libremente votan a unas u otras opciones. El lazo morado es de todas las mujeres y no de unas concretas siglas que, dicho sea de paso, aún tienen mucho que explicar sobre cosas ocurridas en su seno, este mismo año y de todo menos bonitas.
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