Al portador
Sánchez, Ábalos, Puigdemont, pronósticos idiotas y realidad
El presidente confía en su manual de resistencia y en que siempre escampa, aunque ahora mismo en el PSOE nadie se atreve a prever hasta dónde llegará la riada
Natalie Clifford Barney (1879-1972), novelista, feminista y poeta norteamericana que pasó la mayor parte de su vida en París, creía –en cita expurgada por el analista financiero Juan Ignacio Crespo– que «no importa cómo de grande sea la idiotez de los pronósticos, la realidad la superará». Ni el asesor más cenizo de Pedro Sánchez, al que por supuesto el presidente no escucharía, hubiera imaginado una aglomeración de entuertos como los que se acumulan de repente encima de la mesa del inquilino de La Moncloa tras el batacazo en las elecciones gallegas. El presidente confía en su manual de resistencia y en que siempre escampa, aunque ahora mismo en el PSOE nadie se atreve a prever hasta dónde llegará la riada originada, como siempre, en la parte más débil, el aizcolari Koldo García, que ya ha salpicado a Ábalos, rodea a Francina Armengol y hace peligrar las esperanzas de Salvador Illa en Cataluña. Ábalos, que se ha atrincherado en el Grupo Mixto del Congreso, pero sobre todo amparado en su aforamiento como diputado, no acusa, pero no calla y asusta a los suyos. No es que sea imprevisible, sino que se defenderá.
La UCO (Unidad Central Operativa) del servicio de Policía Judicial –de la Guardia Civil– es posible que tuviera indicios para pedir al juzgado que Ábalos fuera investigado, imputado según la terminología clásica. Como es diputado y aforado, todo el caso hubiera sido traspasado a una instancia superior y es probable que, durante un tiempo –los tempos de la Justicia son los que son–, todo se hubiera retrasado. Eso justificaría, sin que prejuzgue nada, que el ex ministro se aferre al escaño y a su aforamiento mientras se calman algo las aguas. Sánchez –lo sabe y es lo que le aconsejan– está abocado a dar un escarmiento en el partido, pero sin pasarse para no romper más de lo necesario. Un equilibrio diabólico y casi imposible. Al mismo tiempo, mientras negocia la amnistía, ahora debe lidiar con la decisión de la Sala Segunda del Supremo de investigar si lo de Puigdemont fue terrorismo, algo que el prófugo de Waterloo y Junts –la división de poderes no va con ellos–interpretan como un ataque directo y deja a los indepes de ERC, con Aragonès y Junqueras al frente, en una situación comprometida y tildados por sus rivales catalanes de colaboracionismo con el PSOE españolista. A largo plazo quedará en nada, pero complica todo a Sánchez. Un embrollo colosal diría Rajoy, y que confirma que por mucha idiotez que contengan los pronósticos la realidad siempre los supera como pensaba Clifford Barney.
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