Canela fina

Sánchez: estado de emergencia y asunción del mando

Dada la magnitud de la catástrofe, Sánchez debió declarar el estado de alarma y asumir el mando

Dos semanas después de la gran catástrofe de la gota fría está bien claro lo que se debió hacer. El 29 de octubre Pedro Sánchez, arropado, como ha demostrado la prestigiosa constitucionalista Teresa Freixes, con la Carta Magna y otras leyes, tenía la obligación de declarar el estado de emergencia, movilizar al Ejército y asumir el mando de la operación coordinada con los presidentes de las comunidades autónomas.

No me siento capaz ni de cargar culpas ni de vapulear a los responsables. Mi experiencia profesional aconseja la prudencia porque los tsunamis desbocados, los súbitos terremotos, los incendios incontrolables, las gotas frías devastadoras y otras descargas de la naturaleza, por mucho que se intente preverlas, proyectan siempre un margen de sorpresa e incertidumbre.

Está claro lo que debió hacer el Gobierno y Sánchez no hizo. Están claros también los errores autonómicos y municipales. No nos cebemos en ellos, si bien resulta lamentable que el presidente del Gobierno, además de no hacer lo que debía, dio la sensación de que quería aprovechar políticamente la devastadora desgracia, sometiendo a chantaje a Núñez Feijóo para que votase favorablemente unos Presupuestos Generales del Estado que incluyen subvenciones de relieve para la reconstrucción de lo destruido. «La prudencia -escribió Antonio Cánovas del Castillo en Problemas contemporáneos- exige no hurgar en las heridas de las catástrofes naturales». Y si Pedro Sánchez y Carlos Mazón cometieron errores, tampoco se salvará Alberto Núñez Feijóo. El líder del Partido Popular planteó la declaración del estado de emergencia, pero lo hizo sin énfasis ni exigencia. Feijóo no es el presidente de la Comunidad de Galicia, sino el presidente del primer partido de la oposición.

De lo que se trata ahora es de cerrar la devastación que la dana ha producido para de forma inmediata negociar las ayudas económicas que las víctimas necesitan con el fin de normalizar cuanto antes sus vidas. Ni el interés partidista ni la plaga burocrática deberán en este caso tan extremo dificultar la operación, sobre todo cuando los voluntarios, por un lado, y la opinión pública, por otro, han sabido reaccionar de forma inmediata para allanar soluciones y esfuerzos reparadores.