Los puntos sobre las íes
Sánchez: quien con el diablo Iglesias se acuesta…
Lo que le está pasando con violadores, abusadores y pederastas es castigo de Dios que, visto lo visto, debe existir
Cuando el 12 de noviembre de 2019, ni 48 horas después de las generales, Sánchez se presentó por sorpresa ante los medios acompañado de Pablo Iglesias y anunciaron un Gobierno de coalición, un servidor se anticipó a los acontecimientos tirando no de inteligencia sino del perogrullo más elemental: «Esto acabará mal». No era necesario ser el gran Rappel para llegar a semejante conclusión. Cuando has sido aparentemente socialdemócrata toda tu vida, y de derechas en el fondo, casi tanto como tu ultra familia política, acostarte con diablos vivientes como los etarras, los golpistas catalanes y los embajadores del narcodictador Maduro sólo puede acabar de dos maneras: como el rosario de la aurora o peor. Hay que recordar que el obseso del Falcon aseguró primero que no gobernaría «nunca» con Podemos porque «no podría dormir por las noches». A preguntas de un compañero y paisano de Navarra TV, juró y perjuró: «Me lo puede plantear una, cinco o 20 veces, siempre le responderé lo mismo, ‘nunca pactaré con Bildu’». Lo mismito soltó sobre quienes habían perpetrado un golpe de Estado ocho meses antes de la sospechosa moción de censura que lo aupó al poder: «Nunca gobernaré con ellos, no les indultaré, jamás rebajaré las penas por malversación». Metió en el Gobierno a los de las pesadillas, consumó la inigualable infamia de asociarse con el jefe de los asesinos de 856 españoles, Otegi, y ahora también maneja España de la mano de los tejeritos catalanes, a los que ha regalado el indulto y rebajado los tipos penales del latrocinio. No podíamos esperar menos de un ser mentiroso hasta la náusea y psicópata en versión subclínica. Estas amoralidades, que dejan a Zapatero reducido a la condición de santo varón, han provocado que este individuo no pueda circular por España sin que la ciudadanía lo ponga a caer de un burro. Juan Español puede perdonar y perdona a nuestros próceres toda suerte de desmanes, incluida la corrupción más desbocada, pero no que metan a mandar en España a quienes asesinaron a 856 compatriotas, a los que quisieron acabar con la democracia en Cataluña y a las mulas de Troya de las tiranías venezolana e iraní. Lo que le está pasando con violadores, abusadores y pederastas es castigo de Dios que, visto lo visto, debe existir. Colar de ministra a una persona como Irene Montero, cuyo historial previo era una hoja prácticamente en blanco con una sola anotación, «cajera de Saturn», constituyó un auténtico disparate. Porque en lugar de optar por concederle una simple tarjeta de visita como hizo con Iglesias –el macho alfa tenía un título, el de vicepresidente, pero cero responsabilidad–, con Irene hizo todo lo contrario: la agració con un sinfín de competencias y la friolera de 560 millones. Su proyecto de Ley Trans era hasta noviembre su barrabasada más conocida, barrabasada que ha provocado el cisma de Sánchez con las feministas socialistas de toda la vida. Pero, cuando pensábamos que nada era inempeorable, nos encontramos con que la Ley de Garantía Integral de la Libertad Sexual, la del «sólo sí es sí», lo único que garantiza es la libertad de violadores y pederastas. Ascienden ya a 500 los depredadores beneficiados pero terminarán siendo 1.000, 2.000 ó 3.000. Una cifra que ningún Gobierno puede soportar, menos aún uno que se autobautizó como «feminista». No quiero pensar la que se liará ese día que, ojalá no llegue jamás, cualquiera de estos monstruos reincida. Sánchez se lo tiene bien merecido: le votarán violadores, pederastas, Txapote, los griñanes de la vida, sus incondicionales y poco más. Que se pudra en el averno.
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