Sin Perdón

Sánchez no tendrá que «ir a Canossa»

«Esta investidura es un acto estrictamente mercantil que hay que incluir en el ámbito del Derecho Privado»

Los españoles tenemos que mostrarnos satisfechos porque Sánchez no tendrá que regalar La Moncloa a Junqueras. Al escuchar que «los votos de ERC se sudan» me temía lo peor. Hay que reconocer que los independentistas se están mostrando muy razonables. Se conforman con la amnistía, el referéndum, un festín de miles de millones de euros y la gestión de Cercanías. No han pedido recaudar todos los impuestos de España y luego liquidar al resto de comunidades lo que les venga en gana. El emperador Enrique IV, acompañado de su mujer y su hijo, tuvo que peregrinar desde Espira al castillo de Canossa para solicitar al papa Gregorio VII que le levantara la excomunión y su destitución que había proclamado en el sínodo de Cuaresma de 1076 en Roma. Fue en el marco de la querella de las investiduras. Tras cruzar los Alpes, acudió como un penitente. Llevaba un cilicio, caminó descalzo y se enfundó con la ropa de un monje. Estuvo suplicando de rodillas durante tres días y tres noches ante la puerta del castillo de la magravina Matilda de Toscana. Al final, el Santo Padre le perdonó.

«Ir a Canossa» se convirtió en la expresión de un acto de penitencia o sumisión, aunque finalmente el emperador acabó entrando en Roma y depuso al Papa. Hasta el momento, ni Junqueras ni Puigdemont le han exigido que se marque un Canossa, aunque las peticiones no pueden ser más humillantes. Les ha faltado pedir que les regale La Moncloa como sede del gobierno independentista catalán. No les basta la amnistía. ¿Hasta dónde está dispuesto a llegar Pedro Sánchez para comprar la presidencia del Gobierno? Una vez constatado que eso de la convivencia no tiene ningún fundamento, sabemos que es un acto estrictamente mercantil que hay que incluir en ámbito del Derecho Privado y no en el Público. No hay ningún efecto beneficioso para España, sino para el sanchismo y sus seguidores. Por ello, es comprensible que genere una enorme indignación entre la población. No son unos indultos, que es un acto de fuerza del Estado, sino la humillación de aceptar la negociación de una amnistía y un referéndum.

Francisco Marhuendaes catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)