Editorial

El sanchismo avanza; la democracia declina

Hay muchas maneras de corrupción política, la más grave y dolosa es el engaño continuado al sujeto de la soberanía nacional. 2023 ha marcado su cénit

Cae el telón de 2023. Ha sido un muy mal año para el país. Los españoles han sufrido en su día a día los estragos que los índices económicos y sociales han plasmado como norma con la única excepción de la propaganda oficial. También en los estertores de esta anualidad, con el balance desde Moncloa y la carta a la militancia socialista de ayer mismo, en la que el presidente ha firmado una enmienda a la totalidad de la dignidad con el retrato de un mundo feliz y de éxito. El desenlace de las elecciones del 23J fue una oportunidad perdida para recuperar el rumbo de esta democracia secuestrada por el sanchismo. La aritmética y la inmoralidad abrieron la puerta a una ofensiva descarnada de los socialistas en sociedad con todos los enemigos de la España constitucional, los perdedores de los comicios, para privar al régimen liberal de sus equilibrios, contrapesos y garantías con el propósito final de hacer inviable la alternancia, la división de poderes y el ejercicio de los derechos fundamentales en plenitud. El autoritarismo democrático ha progresado sin miramientos en estos meses con la colonización sanchista de las instituciones, plagadas de altos cargos del partido, militantes y familiares como no se había dado ni en el régimen anterior, y con la gobernanza de la opacidad y la escasa rendición de responsabilidades que ha distinguido a esta administración hostil a la transparencia y al derecho a la información. La desconexión del Congreso, el ninguneo de la izquierda al poder legislativo con una activista como presidenta de la Cámara, y el acoso alevoso a los jueces para su control político han sido mensajes y pruebas de cargo. Sánchez se siente eufórico y como los caudillos se ha autoencumbrado con una narrativa de tenor providencialista, convencido de que ha pasado a la historia de la vieja nación, sin espacio a la autocrítica o al error. Pero su fortaleza es relativa y un tanto ficticia. Está al frente de un gobierno prendido con hilvanes al chantaje de comunistas, separatistas, proetarras y populistas, a quienes necesita para todo. Su hoja de servicios en 2023, con rescoldos de 2022, se resume en un pliego de cargos con los indultos a los golpistas, la derogación de la sedición, la rebaja de la malversación, la amnistía y los encuentros con Puigdemont y el resto de procesados, los pactos con los proetarras y la entrega de Pamplona, pero también con un legado gris en lo económico, con tasas de pobreza, exclusión, pérdida de renta, paro y deuda que preocuparían a cualquier gobernante responsable, un peso y una imagen internacionales declinante que ni siquiera ha aliviado nuestra gris presidencia europea y un trágico fracaso en la lucha contra la violencia de género, aderezado por esa aberración que es la ley del solo sí es sí. Pero poco o nada hubiera sido factible sin el fraude y la falta de legitimidad que conlleva la mentira sistematizada al pueblo, que reportó los votos decisivos. Hay muchas maneras de corrupción política, la más grave y dolosa es el engaño continuado al sujeto de la soberanía nacional. 2023 ha marcado su cénit.