Editorial

El sanchismo desaira a la mayoría social

Núñez Feijóo está en su derecho de liderar la investidura como partido más votado. Debe utilizar su notable poder parlamentario y territorial con inteligencia y determinación

Era razonable dar cumplimiento a la liturgia democrática para instar el diálogo con la principal fuerza adversaria ante un escenario de potencial bloqueo como resultado del mandato de las urnas. Los gestos y las formas en la ortodoxia política no son meros complementos de bisutería, sino fundamentos que ensamblan la democracia. Alberto Núñez Feijóo ha dado un paso al compás de esas reglas no escritas que alumbran los regímenes liberales y que catalogan la virtud de los mismos. Ha tendido la mano a Pedro Sánchez para abordar un horizonte negociador que generara soluciones contra la ingobernabilidad que parece propiciar la aritmética parlamentaria. El presidente del PP sabía cuál sería el resultado de su iniciativa y que un ataque de sentido común de su interlocutor era casi imposible. Como así ha sido. Pedro Sánchez se ha demorado unas horas para certificar de manera pública lo que ya sospechábamos, que el único futuro que contempla son otros cuatro años de sanchismo con idénticos actores y algún aditivo como Carles Puigdemont. En la misiva de respuesta a la oferta de Núñez Feijóo, el inquilino de La Moncloa ha realizado una exhibición pública de la pulsión autoritaria y soberbia que ha arrastrado durante su mandato. Ni en el fondo ni en sus formas cabe encontrar un ápice de la talla política e institucional que se le debe exigir a un presidente. No ha habido respeto hacia el triunfador de las elecciones, con una retórica descortés, y la reiteración del argumentario despectivo de la campaña electoral. Tampoco ha dedicado la mínima consideración a la mayoría social que ha otorgado su confianza a los populares, más de ocho millones de españoles. Ha manifestado una vez más que su intención no es honrar ni siquiera entender o sopesar el mandato del pueblo soberano, que en su concepción del poder es meramente instrumental y no el corazón del estado de derecho. No podemos pecar de ingenuos sobre el talante conocido de un político experto en resistir, pero esquivo y refractario a la empatía democrática. Ha puesto sus cartas boca arriba con la intención de forzar la investidura a cualquier precio para convertir la derrota en triunfo: Frankenstein y un voto más, que buscará en Coalición Canaria o en Puigdemont. En esas circunstancias, el futuro deparará una legislatura frustrada para el interés general, en la senda de la decadencia democrática, del desmantelamiento de la España constitucional y de las conquistas de los enemigos de la nación y aliados de Moncloa. Sánchez ha demostrado que no sabe ganar ni tampoco perder y que no le preocupa ni le desasosiega desairar a esa inmensa mayoría de españoles que está contra su proyecto de ruptura autoritaria. Núñez Feijóo está en su derecho de liderar la investidura como partido más votado. Debe utilizar su notable poder parlamentario y territorial con inteligencia y determinación con la convicción de que el sanchismo nunca se detendrá.