El buen salvaje

La secta

Escucha Monedero, Yolanda también tiene su secta. Blanca Purísima. Lo que hay que dilucidar es en qué secta profesar la fe en el comunismo

Falto anda de argumentos Juan Carlos Monedero, el que un día fue el terrible ideólogo de Podemos. Terrible a la manera de Iván el Terrible. No el terrible Nicolás. Dice que el partido se va pareciendo a una secta, como si no lo fuera desde sus inicios, con el propio Monedero en el papel de Carlos Jesús, ahora que vuelve «Crónicas marcianas», aquel vidente que decía ser la reencarnación de Jesucristo mismo y vivía, o procedía, de un planeta llamado Raticulín. En eso quedará Podemos: un puñado de friquis que proceden de una galaxia muy lejana. Ahora sí que son dignos de admiración porque no hay mayor ventura que ser un heterodoxo, un raruno en esta idolatría por lo uniforme que nos consume. Ser unos malos de verdad en un momento de bajón. Eso mola.

Que no se asuste Monedero, Podemos tal vez sea la más radical de las sectas, pero todos los partidos políticos se convierten en grupos en los que un iluminado lleva al rebaño hacia el precipicio cueste lo que cueste. Como los davidianos de Koresh en Waco o el celebérrimo Charles Mason que predijo que habría una guerra racial entre negros y blancos pero que para ello había que asesinar a algunos que pasaban por allí, como Sharon Tate, la pareja de Polanski. Podemos ha matado políticamente a unos pocos mandarines de la progresía que no tomaron el agua bendita de los sacerdotes del templo. Y no habrá un escaño fugado en las listas del PSOE cuando se vote la Ley de Amnistía. Todos comulgarán en paz y armonía con lo que diga nuestro cienciólogo.

Escucha Monedero, Yolanda también tiene su secta. Blanca Purísima. Lo que hay que dilucidar es en qué secta profesar la fe en el comunismo. Ella ha ganado, por eso todos se arriman a la vez que se apartan de los apestados. Es ley de vida. No le pidas a un mortal que se deje la piel por un puñado de perdedores sin escrúpulos. Eso solo pasa en algunas películas antiguas de las que no ponen en Netflix. Oh, Monedero. Cambia de planeta. Raticulín se ha quedado pequeño.