Sin Perdón

La sensibilidad de la rica Lagarde

«Me imagino a la poderosa presidenta del BCE, llegando agotada a su mansión tras hundir tantas economías familiares»

Cada vez que escucho a las millonarias euroburócratas Christine Lagarde y Ursula von der Leyen me viene a la memoria la imagen paternalista de los ricos textiles catalanes que se mezclaban con sus trabajadores en una comida o cena navideña. No por ello dejaban de ser obreros. Por supuesto, no había nada más elegante, por parte de aquellos horteras nuevos ricos de las primeras décadas del siglo pasado, que preocuparse por la salud o la educación de sus empleados y familiares. Es algo parecido a los encuentros de los aristocráticos terratenientes británicos con el servicio alrededor de la mesa por esas mismas fechas. Hay que ser cariñosos con los lacayos que te preparan la ropa, te sirven la mesa o cuidan los jardines. Es algo que hacen muy bien, por cierto, los royals británicos. ¿Qué sería de Carlos III sin la legión de criados y criadas que le sirven? El paternalismo siempre es útil para lavar la sucia conciencia de aquellos industriales desaprensivos que se enriquecieron pagando sueldos miserables, dedicándose al estraperlo o contando con mano de obra esclava en Cuba. Sus descendientes se pavonean en los salones de la alta sociedad madrileña o barcelonesa. Algunos, incluso, fueron ennoblecidos. Desde que era joven me producen hilaridad.

Lagarde mostró su sensibilidad hacia los europeos que sufren en sus carnes las subidas de tipos que aplica con absoluta indiferencia, con el objetivo de controlar una inflación que no es culpa suya. Me imagino a la poderosa presidenta del BCE llegando agotada a su mansión, tras esa muestra de enésima empatía hacia las clases trabajadoras, y dejándose caer sobre un sillón de diseño. No sé qué medio utilizará para llamar al servicio y pedir una bebida que le anime tras los enormes sacrificios que realiza hundiendo tantas economías familiares. Mientras tanto, las hipotecas a tipo variable no paran de subir, se endurece la concesión de los créditos y la cesta de la compra está por las nubes. Nos podemos sentir muy orgullosos por las muestras de preocupación de los políticos y economistas sin alma. No conocen otra política económica.

Francisco Marhuendaes catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)