Parresía

La sequía es el gran problema

La falta de un «plan b», de unas infraestructuras adecuadas para gestionar este problema, deberían ser la primera y más urgente prioridad de nuestros políticos.

Atentos al campo, amigos. Cuando se levanta con semejante furia, es porque se siente cargado de motivos y verdaderamente asfixiado. De entrada, los agricultores de varios países europeos han sido capaces de colapsar las carreteras de medio continente y de alterar la primera cumbre del año, en Bruselas. Iban a hablar de las ayudas a Ucrania, y han tenido que salir a dar explicaciones a miles de manifestantes indignados. Explicaciones tibias, en todo caso. Más les vale a los responsables comunitarios tomar nota de la situación y atender a sus reclamaciones, en plena cuenta atrás de unas elecciones europeas que acrecientan, sobre todo, el euroescepticismo. Nuestros agricultores y ganaderos tienen que lidiar, además, con una sequía acuciante, la más grave desde que existen registros, y con ciertos vecinos franceses, aficionados a derramarnos las mercancías de vez en cuando, con la excusa infundada de la competencia desleal. Una mentira que, encima, alientan determinados políticos galos. ¿Qué sabrá Segòlene Royal del imbatible tomate español? Pedro Sánchez le ha colocado al sustantivo el adjetivo apropiado, qué menos. Leo que quieren invitarla a Almería, para que pruebe sus delicias ecológicas. Yo la animaría a que, antes de venir, se documente un poquito y deje de hacer populismo en la tele.

Volviendo al problema de la sequía, la falta de un «plan b», de unas infraestructuras adecuadas para gestionar este problema, deberían ser la primera y más urgente prioridad de nuestros políticos. Nos esperan previsiones turísticas de récord, en Semana Santa y en verano. ¿Cómo van a gestionarlo el campo y la hostelería, con restricciones y cortes de agua en aumento? Cataluña empieza a convivir con medidas de emergencia, pero no basta con apelar a la responsabilidad individual del ciudadano, ni con las multas planteadas a los negocios que despilfarren agua. Cómo hacer frente a la sequía es la gran pregunta, aunque entremos de lleno en la campaña electoral gallega y la ley de amnistía siga acaparando las portadas de los periódicos. Parece mentira que, en el fondo, todo lo que estamos narrando se reduzca a un pulso entre Carles Puigdemont y Pedro Sánchez. Las últimas declaraciones del presidente del Gobierno, dando por sentado que su ley se quedará como está y que todos los independentistas serán amnistiados, no contribuyen, precisamente, a la concordia. Ni con Junts, ni con el poder judicial. Los jueces, evidentemente, no investigan la ideología de nadie. Los jueces tienen entre manos hechos concretos, susceptibles de ser calificados como terrorismo o alta traición (los altercados en el aeropuerto de El Prat, los disturbios tras la sentencia del Procès que se saldaron con agentes heridos de gravedad, las conexiones de Puigdemont y su entorno con el Kremlin). Los jueces decidirán.