El buen salvaje
El silencio de los corderos del cine español
Si se sabía, por qué sale a la luz diez años después, y por qué no los Feroz se convirtieron en un «No a la guerra»
Me gustan las películas de Carlos Vermut, «Magical Girl», «Quién te cantará», en fin, el hombre intenta hacer un cine diferente. Si es que sale de una mente enferma, pues debe ser que a los que nos interesa su filmografía también estamos para el galeno. Siento que ya no veremos más películas suyas. Sus gustos sexuales, según cuenta «El País», me resultan indiferentes, vale, un poco cutres, pero las camas son cajitas que guardan recuerdos malsanos. Vi una película (alemana) en la que al protagonista le ponía martillear clavos en su pene. Esa no la terminé, así que no puedo destripar el orgasmo final, aunque generalmente vienen a ser lo mismo. Se acaba y el cuerpo se amodorra como si volviera de una siesta. Lo contrario a los anuncios de preservativos. Tanta felicidad en un plástico. Aclaro que la película de marras me la recomendó un amigo esquizofrénico, que estaba más cuerdo que el común, si bien podría haber sido Houllebecq. Vermut acababa así, con hastío, después de una sesión de gimnasia estranguladora.
No es un periódico el lugar donde dirimir el mal que hace un hombre a una mujer (o viceversa) a no ser que inmediatamente después el asunto desemboque en consecuencias legales. Todo lo demás son confesiones a destiempo, ¡diez años después!, y monsergas morales. Tanto en lo que delatan ellas como en las explicaciones de él hay más interrogantes que certezas. Claro que los jueces cada vez pintan menos y es la inquisición popular la que dictamina la culpabilidad del asaltante a los pechos en el sofá.
Bien, olviden lo leído hasta aquí, imaginemos que, efectivamente, el tal Vermut es un tío guarro y cabrón que pegaba a sus parejas para conseguir una felación, que todo es verdad en una crudeza que invita al llanto. La noche del viernes, que fue cuando se publicó el reportaje- denuncia de tres mujeres, se celebraron los Premios Feroz, los galardones de la Prensa, una antesala de los Goya. Los periodistas preguntaban por el asunto y las respuestas fueron de repudio, a ver, pero en la gala apenas alguna mención, aunque todo el cuchicheo iba de eso. Es más, en el reportaje de «El País» se cuenta que había mucha gente que sabía de las «hazañas» de Vermut pero que todos callaron. Entonces, si se sabía, por qué sale a la luz diez años después, y por qué no los Feroz se convirtieron en un «No a la guerra». Todo quedó como una metáfora de la alfombra roja: mira qué bien posan mis palabras. Con Plácido Domingo se hubieran desgañitado.
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