Parresía

Somos más necesarios que nunca

No son buenos tiempos para este oficio nuestro. Me hubiera encantado ejercer el periodismo anterior a las redes sociales

Os escribo desde un rincón único, donde Serrat compuso su célebre canción de amor al Mediterráneo. Aquí me enteré de la muerte de Victoria Prego, aquí la voy rumiando. Para la inmensa mayoría de los españoles, ha sido esa cronista imprescindible de la Transición. Para quienes, además, escogimos este oficio, un referente mayúsculo. La he leído siempre que me he topado con su firma en los periódicos. He dejado de hacer zapping para quedarme con ella en la tele, la he escuchado con atención al sintonizarla en la radio. Prego es para mí esa meta laboral utópica, ese «querer ser de mayor», en absoluto ligado a la fama y sí a la credibilidad, al prestigio profesional, a la autoridad en la palabra. Qué pena que su enfermedad nos haya privado de leer las últimas impresiones que le causó la famosa carta de Pedro Sánchez a la ciudadanía.

La carta y el comportamiento posterior del presidente, porque Sánchez ha salido desafiante del retiro en la Moncloa. Ha vuelto para defender la democracia como defendía Benedetti la alegría, como una trinchera. Como si fuera algo ajeno al resto de las formaciones políticas de la derecha, como si sólo el PSOE nadara en sus aguas. Y dirigiéndose a una oposición, según él, temible, que fabrica bulos desde la política, pero también actúa desde determinados medios, tertulias o juzgados.

Sánchez quiere limpiar el fango que esparcen los otros, sin un ápice de autocrítica. Pide regeneración y concordia con un discurso que alienta la polarización.

Estoy convencida de que, esta semana, Victoria Prego se habría unido a las voces de otros grandes profesionales. Ayer mismo Pilar Cernuda y Antonio Casado, distinguidos en el 2 de mayo madrileño, se quejaron de la demonización de la prensa y del poder judicial, cuando precisamente esos dos colectivos ejercen de oportuno contrapoder en cualquier democracia madura. Cuando vivimos años en los que la política genera más bulos que nunca. Cuando mentir se sustituye por cambiar de opinión. Cuando se nos avisa desde Moncloa de la intención de reforzar el control de los medios. Cuando el Gobierno avanza que cambiará las reglas del juego en el Congreso, para controlar también el CGPJ.

No son buenos tiempos para este oficio nuestro. Me hubiera encantado ejercer el periodismo anterior a las redes sociales. Recuerdo cuando nos quedábamos a ver largas entrevistas, reportajes e informativos de más de 30 minutos. Hoy los políticos se explican a golpe de tuits. Hoy nuestros hijos consumen titulares, poco más. Hoy el periodista debe adaptarse a ese contexto, ofrecer la información más contrastada, en menos tiempo. Aquí estamos para defenderos, precisamente, de la maquinaria del fango, a izquierda y derecha. Hoy, digan lo que digan, tenemos más sentido que nunca.