Letras líquidas
Tercera vía vaticana
Se abre la era de León XIV, políglota, deportista y americano global (del norte y del sur)
La inmersión vaticana de las últimas semanas nos ha dejado algunos descubrimientos. O refrescamientos, que suena un poco alambicado, pero es la forma más gráfica de explicar que de cónclave en cónclave entramos en contacto con unos asuntos que después, excepto para los más expertos, salen de nuestra mente que se deriva, de nuevo, a cuestiones más mundanas. Y uno de esos términos, que ha pasado al diccionario cotidiano en estos días mirando al estado más pequeño del mundo, es el de la sinodalidad. Esa horizontalidad en la toma de decisiones dentro de la Iglesia, que no es democracia, pero que se le podría parecer si no fuera por la naturaleza divina del asunto que nos ocupa. Y al escucharla y leerla me acordaba de Javier Cercas que, en «El loco de Dios en el fin del mundo» (Penguin), el libro que escribió mientras acompañaba al papa Francisco en su viaje a Mongolia, insistía, precisamente al hilo de ese término, en la necesidad de acercar el lenguaje católico a la sociedad.
Insistía Cercas en acometer una especie de desencriptación terminológica que redujera distancias e hiciera más comprensible la labor religiosa en unos tiempos en los que la Iglesia lamenta el desapego espiritual de la parte más occidental del mundo. Y si hay un legado que el papado de Francisco ha dejado, ese ha sido el de la aproximación. Como buen rupturista, Bergoglio concitaba un nutrido número de críticos y detractores que cuestionaban sus formas o sus alejamientos de parámetros más ortodoxos, pero esa manera tan suya de ejercer la herencia de San Pedro le proporcionó una corriente de simpatía que excedía con mucho las fronteras católicas, y supo conectar con el espíritu contemporáneo, acelerado y desinhibido. Lo hizo marcando un giro total respecto a los ritmos previos de Benedicto XVI, más riguroso, solemne y recogido. Una revolución en comparación. Y ahora se abre la era de León XIV, políglota, deportista y americano global (del norte y del sur).
Pero el cambio que pueda imprimir el excardenal Prevost, no vendrá marcado por las formas o el estilo más visual, la importancia de la imagen y los ritos, sino que gran parte de su papado dependerá de la lectura adecuada de las necesidades geopolíticas actuales: de la gestión de esa poderosa maquinaria diplomática vaticana. Lo vimos ayer, en la ceremonia de entronización, el poder del mundo concentrado en la columnata de Bernini y apuntando a una capacidad de influencia fundamental en una era agitada que baraja nuevos repartos de poder. Y ahí debuta León XIV, entre el rigor de Benedicto XVI y el impulso de Francisco. Estrenando tercera vía.