Aquí estamos de paso
Todo muy normal. O así
Una cosa es pensar diferente –legítimo, progresista– y otra decirlo en voz alta –irresponsable, desestabilizador, egoísta–
Acude el catalán Aragonés a Roma a que el Papa bendiga su matrimonio civil y de interés con el sanchismo, y sale diciendo que Francisco le ha hablado de diálogo y negociación. Que son buenos, claro. Y no quiere decir más tras la reunión de poco más de media hora, «porque conviene ser discreto». Vale. También son discretos los portavoces o mandados socialistas que negocian con ese antes innombrable y hoy llamado President, que ante la prensa no admiten preguntas y leen su notita con los argumentos que les dictan desde las cocinas de Moncloa. Todo es discreción y buena voluntad. Qué digo…generosidad y altruismo. El objetivo es la reconciliación entre España y Cataluña –que a lo que se ve son distinta cosa– por la vía infalible de reconocerle a ésta el agravio y otorgarle a aquella el gobierno. Ante eso, ¿para qué hacen falta preguntas? Serían siempre capciosas, malintencionadas, hasta manipuladoras. La bondad del objetivo final está por encima de las maliciosas dudas de quienes no creen que unos y otros trabajen por el bien común. Y aquí la prensa facha lo que hace es enfangar el terreno, llenar de afiladas piedras el camino hacia esa generosa reconciliación de presente y de futuro. Porque, a ver, ¿no es una generosa renuncia por parte de los de Puigdemont aceptar que se les denomine progresistas cuando son supremacistas herederos de la vieja burguesía conservadora catalana? Pues no, ahora son tan avanzados como Esquerra y si me apuras hasta la CUP. ¿Cómo no valorar esa dolorosa transición? Lo mismo que los otros actores de la tragicomedia. ¿Acaso no es duro para un político negarse a sí mismo sus compromisos y rebasar las líneas rojas o moradas que en su día consideró infranqueables? ¿Es que no somos capaces de apreciar el sacrificio que cambios de ese calado suponen para unos y para otros?. ¿Y lo complicado que está resultando convencer a sus medios y a sus partidarios de que lo correcto es lo que hacen ahora, por mucho que sea lo que hasta la saciedad repitieron que no harían jamás?
Hay más de un diez por ciento de socialistas que le han dicho a Sánchez que no les gusta que negocie con el independentismo, pero ¿no es eso un reflejo de la pluralidad que enriquece la vida presente del Partido de Pablo Iglesias (Posse, el tipógrafo fundador)? Eso sí, que no levanten la voz. Porque una cosa es pensar diferente –legítimo, enriquecedor, progresista– y otra decirlo en voz alta –irresponsable, desestabilizador, egoísta–.
Menos mal que hay una alternativa seria y ésta se expresa con jovial y serena indignación frente a la sede del Partido Socialista en Madrid. Al grito de viva Franco y con pancartas de Pedro Sánchez a prisión, grupos de ciudadanos indignados ponen su voz y su ira al servicio de la causa contra la amnistía. Y les capitanean Abascal y algún rastro pepero de amplio espectro.
Aragonés acude al pontífice de la Iglesia, los socialistas acuden al pontífice del independentismo, el pontífice de la extrema derecha se hace con el control de las iras contra la amnistía.
Todo en su sitio. Muy beatífico y universal.
Todo muy normal, muy coherente. Muy de nuestro tiempo.
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