Cuartel emocional

Yes, it is

Aquí hay una reina, y punto. Que no se empeñen en asumir ese papel.

El español es una de las lenguas más exuberantes, un idioma que cada vez habla más gente del cual deberíamos estar más orgullosos de lo que estamos y, de paso, procurar utilizarlo con la máxima corrección y con la mayor riqueza de vocabulario posible. Esa abundancia de expresiones nos la proporciona la lectura de los clásicos ya que hoy día nos hemos vuelto más cómodos y más vulgares hablando, y la RAE parece como que ha tirado la toalla ante determinadas palabras que ha incluido en el diccionario y que son de una vulgaridad apestosa.

Quede claro que en estas afirmaciones no hay intención alguna de pedantería, ni tampoco de sabiondez pero el lenguaje de la calle en estos momentos parece que anda un poco enfermo y muestra ausencia de fluidez. Dicho lo dicho, vayamos al “yes, it is”, una frase que pronunciaba Jesús Gil con su voz rota cuando quería hacer ver que chapurreaba un poco de inglés. La mujer del presidente va un poco más allá y con muchas más pretensiones sus discursos y sus lecciones en la universidad están cuajados de anglicismos. Parece como que ese “Máster en Transformación Social Competitiva”, cuyo título es tan confuso como la persona que lo imparte, fuera más bien un cursillo rápido de inglés para quienes quieren fardar de hablarlo. Más bien podríamos decir que es la iniciación a un abstruso argot para llegar a hacer monólogos cómicos y tener después un programa en televisión, que hoy día los pagan muy bien, sobre todo en la cadena estatal. Se sabe que es buena amiga de quienes le hacen favores, devolviéndolos con recomendaciones y firmas de cartas a granel sin la anuencia del marido, que siempre anda haciendo viajes internacionales porque la política interna se le queda chica. A él le va más lucirse por el mundo adelante, pretendiendo intermediaciones entre países con problemas de entendimiento y deja carta blanca a sus equipos y también a su consorte que tiene la vida resuelta con esas colocaciones que le han cubierto sus gastos de peluquería, de sastrería y algo más que todo esto que enunciamos.

Carmen Romero tenía otra preparación y no le gustaba ir de “señora de”; Ana Botella sí acompañaba al marido y luego se metió de hoz y coz en política y llegó a alcaldesa de Madrid, que no es moco de pavo; la de Zapatero cantaba en un coro y no se la veía mucho y la de Rajoy apenas asomó nunca la cara siendo que abandonó su trabajo en telefónica cuando su consorte asumió la presidencia del gobierno porque podía haber ahí un conflicto de intereses. De Amparo Illana apenas nos acordamos, aunque sabemos que vivió en el anonimato todo lo que pudo, algo que la gente aplaudió porque la discreción nunca está de más. En EE.UU ellas tienen más presencia porque son las Primeras Damas, aquí no, que nadie se confunda. Aquí hay una reina, y punto. Que no se empeñen en asumir ese papel. Y Begoña ha mejorado cortándose el flequillo pero se le ve el plumero utilizando muletillas como “end to end”, “expertise” o “greenwashing”. Hace sospechar que en la intimidad quizá hablen la lengua de Shakespeare para practicar…

CODA. Dicen que el nuevo fichaje de la televisión estatal comienza sus entrevistas con preguntas como ¿cuánto sexo has tenido en el último mes? y ¿cuánta pasta guardas en el banco? Que se lo pregunten a los actuales inquilinos de la Moncloa.