Letras líquidas
Torrepachecos
El Estado de derecho está obligado a afrontar el desafío de la convivencia y la integración con honestidad y políticas sociales
Se preguntaba Jana Ganesh hace unos años si éste sería el siglo de la inmigración. El columnista del Financial Times apelaba, para justificarlo, a la riqueza que aportan los movimientos migratorios, a la necesidad de reordenar las tasas de natalidad, tan bajas en Occidente, a lo perentorio de cubrir los puestos de trabajo imprescindibles para sostener los sistemas económicos y a lo imprescindible de equilibrar, en definitiva, la trastocada pirámide de población. Proyectaba, con cierto optimismo, un futuro de intercambios culturales, apremiados por la exigencia macroeconómica y el descuadre de las estadísticas (en 2100 el mundo tendrá 2.000 millones de personas menos de lo que esperaban los demógrafos de la ONU, según The Lancet): ese mañana, más utópico que distópico, estaría marcado por los beneficios de la llegada de inmigrantes que llevarían, incluso, a una especie de pulso o competencia entre países para hacerse con los ansiados ciudadanos. Y la cuestión que se planteaba el periodista británico, si estamos o no en la centuria de la migración, partía de la razón, del sentido común, del cerebro. Cuánto eco de Merkel en aquella crisis de refugiados en 2015 y cuánta distancia con lo que ocurre ahora en Torre Pacheco. Con una violencia que surge de más abajo, si seguimos con el símil anatómico, con las tripas guiando una barbarie incompatible con la civilización. La brutalidad y la simplificación argumental (interesada) que equipara inmigración a delincuencia nos sitúan frente a uno de los grandes retos contemporáneos: la gestión de los flujos humanos y sus intensidades y el encaje de culturas. Francia, Reino Unido o los países nórdicos, instalados desde hace décadas en nuestra incipiente realidad, se esmeran aún en resolverlo: el Estado de derecho está obligado a afrontar el desafío de la convivencia y la integración con honestidad y políticas sociales. ¿Cuántos Torrepachecos encontrarán los radicales para instrumentalizar? España debe encarar cuanto antes el debate de la inmigración. Y ojalá lo hagamos como Ganesh, con cerebro, que de los ultras mejor no saber nada.