Historia

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El cristianismo oriental

Históricamente, tanto en Occidente como en Oriente se desarrolló con fuerza la teología, así como en la época de la lucha contra la herejía; es el momento de los grandes concilios ecuménicos y también el de la organización

La Razón
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El profesor Nicholas Zernov nació en Moscú en 1898 y se graduó en Teología en la Universidad de Belgrano. Cuando se implantó el comunismo en Rusia abandonó su patria y se estableció en Inglaterra, donde ejerció cátedra universitaria de Teología. Fue también Secretario General del Movimiento Estudiantil Ruso en el destierro y estuvo al frente de la Asociación de San Albán y San Sergio del cristianismo oriental, cuya finalidad era la aproximación a Occidente, limando las diferencias con la Iglesia de Roma. Explica con reiteración y energía cómo y cuándo los cristianos orientales no consideraron Occidente ni como un enemigo ni como superior, sino como compañero, pues sus religiones son complementarias y de su cooperación depende la plenitud del pensamiento cristiano.

A este criterio y riqueza intelectual de cristianismo potente en la doctrina se debe la participación de Zernov en la gran empresa de la Historia de las Religiones en edición internacional, publicada por la editorial Weidenfeld and Nicholson, en Londres, que en Madrid publicó Ediciones Guadarrama en 1962, cuyo director, Manuel Sanmiguel, asumió la responsabilidad de editar en España la imprescindible colección británica de La Historia de las Religiones, con la participación de la Universidad de Oxford. Ello en un momento, por lo demás, en el que en los cuadros teóricos de análisis intelectuales de las estructuras de los mundos históricos se hacía imprescindible y fundamental añadir la estructura «religión» en los cuadros sistemáticos de las civilizaciones, junto a las otras estructuras; «política», «economía», «sociometría», «cultura» y «pensamiento», que en la actualidad alcanza un momento culminante en todas las universidades europeas. El libro de Zernov, al que acabo de referirme, trata una visión histórica de gran altura y serenidad de criterio sobre el Cristianismo Ortodoxo, escrito desde el corazón mismo de la Iglesia oriental. Declara Zernov que siendo el cristianismo una religión universal, su libro presenta la parte oriental, pues aunque Oriente y Occidente han llevado una existencia dividida y, en ocasiones, casi se han perdido de vista mutuamente, no se pueden estudiar por separado, ya que su similitud y contrapunto, su aproximación o rechazo forman el núcleo central de la historia de la Iglesia.

Las relaciones e interacciones son constantes en este esencial libro, en el que no se sabe qué admirar más: la formidable documentación que lo avala, la visión objetiva de la Iglesia Ortodoxa, o el profundo respeto al Occidente Cristiano y a las creencias que lo constituyen, pues como afirma el profesor Zernov, «ha desaparecido el temor a Occidente, que nos ha acogido generosamente», hablando sin ninguna reticencia de las diferencias de contenido entre un cristiano oriental y uno occidental, o de posibles voces católica y ortodoxa, pues «Oriente y Occidente cristianos se encuentran de completo acuerdo en las cuestiones fundamentales, tanto en la teología fundamental como en las cuestiones prácticas». Como maestro de la historia, se aproxima al estudio de las diferencias que pueden advertirse en el culto, que es producto de un largo y complejo proceso, sometido por consiguiente a los tiempos más primitivos o de mayor modernidad, pues siempre manifiesta una poderosa impronta de la realidad. Concluye Zernov con una frase que es, en orden a la unidad, todo un programa ya cumplido: «La separación (de los cristianos de Oriente y Occidente) fue la mayor catástrofe de la historia cristiana; su unión ha de ser uno de sus mayores triunfos».

Tiene, desde luego, en cuenta Zernov los condicionamientos generales de la época, que eran inevitables, como históricamente lo señala el Dr. Joseph Lortz, ya que en ella lo más decisivo para la Iglesia fue el cambio que sufrieron las relaciones con el Estado; también era de importancia tener en cuenta que fue reconocida oficialmente a la par que el paganismo y que, a partir de Teodosio, se convirtió en religión del Imperio, de modo que surge la Iglesia imperial. En consecuencia, a la Iglesia se le presentan posibilidades de actuar siguiendo vías completamente diferentes. Y, simultáneamente, modos de actuar también diferentes. La estructura firme del Imperio comenzaba a resquebrajarse: Oriente y Occidente se distanciaban. El Imperio perdía terreno en Oriente y Occidente; en sus fronteras, pueblos paganos y heréticos avanzaban. Y en este ambiente, la vida eclesial tenía que desarrollarse de manera cada vez más independiente. Históricamente, tanto en Occidente como Oriente se desarrolló con fuerza la teología, así como en la época de la lucha contra la herejía; es el momento de los grandes concilios ecuménicos y también el de la organización. La capital oriental, Constantinopla, sobre la antigua colonia griega de Bizancio, mantiene la jerarquía máxima de gobierno que es el Imperio, centrado en la estructura de la Iglesia de Oriente, desarrollando el Derecho y la Teología, pero deseando la unión como su máximo triunfo.