Siria
Fotoperiodismo irremplazable
El trabajo del reportero profesional debe revalorizarse en una época de auge de la tecnología y las redes sociales
La concesión al fotógrafo asturiano Manu Brabo, junto con otros cuatro fotorreporteros, del Premio Pulitzer a la «Mejor cobertura gráfica informativa» por su documentación de la guerra en Siria pone de manifiesto la importancia de este tipo de retransmisiones en conflictos bélicos o en situaciones de injusticia, donde una imagen muestra la magnitud de las tragedias.
Sin embargo, no es menos cierto que este trabajo, el fotoperiodismo, atraviesa uno de los peores momentos de su historia debido, fundamentalmente, a la acuciante crisis que atraviesan los medios de comunicación y a la expansión de las redes sociales, los teléfonos móviles con cámara fotográfica e internet. Y es que, aunque las comparaciones son odiosas, hoy en día cualquier persona, en cualquier rincón del mundo, con un simple «smartphone» o una tableta conectada a la red es capaz de captar una imagen de lo que sucede a su alrededor y mostrarlo a todo el mundo.
Sin duda, poco o nada tiene esto que ver con el trabajo de un reportero profesional, esta forma de periodismo ciudadano está llevando a muchos medios a plantearse si les merece la pena enviar a un fotógrafo a un conflicto, con el coste que ello supone, o a hacer esos grandes reportajes gráficos que han dado fama internacional a nombres como el recientemente desaparecido Enrique Meneses. Desde luego, se trata de una profesión en vías de extinción, cada vez más circunscrita a unos pocos grandes diarios mundiales y a determinadas revistas.
De hecho, esta situación mereció la celebración de una mesa de debate en la Asociación de la Prensa de Madrid titulada «Fotoperiodistas, profesionales irremplazables». En ella, Víctor Lerena, fotoperiodista «freelance» y presidente de la Asociación Nacional de Informadores Gráficos de Prensa y TV, aseguró que «la situación de los fotoperiodistas cada día es más precaria. Nos enfrentamos a un problema muy fuerte de intrusismo».
Todos los ponentes coincidieron en recalcar la intensidad de la crisis y las vías de escape para intentar eludirla, entre ellas potenciar la calidad periodística de cada trabajo y exigir el pago y la autoría de cada fotografía.
En este sentido, Diego Caballo, fotoperiodista en la Agencia EFE, de la Fundación Enrique Meneses y profesor de Fotoperiodismo en la Universidad San Pablo-CEU, incidió en que «ahora, gracias a las nuevas tecnologías, cualquiera puede hacer fotos con una cierta calidad técnica, pero no con la suficiente para publicarse», aclaró. «Hay que ser capaces de concienciar a los medios de que no se trata de rellenar páginas, sino de ofrecer calidad».
Por su parte, Juanjo Fernández, fotógrafo independiente y administrador del grupo de Facebook Stop Cláusulas Abusivas a los Fotógrafos, reivindicó el lema «Foto usada, foto pagada» para erradicar aquello de «como estaba en internet, pensaba que era gratis».
Al final del laboratorio, se extrajeron algunas conclusiones, entre ellas, aprender a decir que no a los encargos mal pagados o poco profesionales, la necesidad de formarse y reciclarse constantemente, así como de defender la dignidad en el ejercicio de la profesión; acudir a las asociaciones para orientarse en materia de contratos y de derechos de autor; exigir que todas las fotos lleven firma y que tengan una trazabilidad para poder demostrar la procedencia... Y es que, como incidieron todos los asistentes, sin calidad de los contenidos no hay futuro.
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