El bisturí
El triunfo más triste de Pedro Sánchez
Son ya muchos socialistas de bien los que no comulgan con la indignidad que está a punto de producirse
La vertiginosa velocidad a la que transcurren los acontecimientos en la política española dificulta enormemente la realización de prospecciones certeras sobre lo que ocurrirá en el futuro. Sin embargo, una serie de hitos aislados pueden servir de pistas para afinar en las predicciones si se relacionan de forma conveniente. De entrada, no parece descabellado afirmar que Pedro Sánchez cuenta ya con todos los parabienes de sus futuros socios para repetir como presidente del Gobierno, algo que el propio líder socialista da por hecho en sus intervenciones públicas. Desde este punto de vista, los mensajes reivindicativos que esgrimen estos días los secesionistas catalanes, los herederos políticos de ETA y los nacionalistas vascos no son más que simples bravatas, brindis al sol, fuegos de artificio, meras advertencias de que en cualquier momento, cuando ellos quieran, pueden dejar tirado al que tanto va a regalarles, pero nada más, porque saben que jamás conseguirán de nadie lo que Sánchez está dispuesto a concederles si no hay diputados socialistas dignos que lo impidan. Siendo esto así, no parece tampoco erróneo aventurar que el intento de investidura de Alberto Núñez Feijóo queda abocado al fracaso, lo cual no será un fracaso en sí para el líder de los populares, porque su intervención parlamentaria servirá para dejar más claro, por si alguien tuviera aún dudas, lo que es capaz de hacer el líder socialista con tal de permanecer en el poder: destrozar la seguridad jurídica, poner en jaque el orden constitucional, socavar los cimientos del Estado, vulnerar el principio de igualdad al exonerar de culpa a unos delincuentes y no a otros, y echar por tierra gran parte de lo conseguido por todos los partidos, incluido el suyo, durante el tiempo que ha transcurrido de Democracia. El pequeño «triunfo» de Sánchez puede resultarle, sin embargo, indigesto. Su partido ha empezado a agrietarse, y son ya muchos socialistas de bien los que no comulgan con la indignidad que está a punto de producirse, en línea con el pensamiento de importantes próceres del partido como Felipe González, Alfonso Guerra, José Luis Corcuera o el defenestrado Nicolás Redondo. En un fino artículo en LA RAZÓN, Tomás Gómez denuncia la falta de democracia interna del partido y expone de forma cristalina lo que ocurre dentro del mismo: «En la práctica, la formación socialista está secuestrada por la dirección. Cualquiera que discrepe es tachado de facha y se ha establecido la falsa disyuntiva de elegir entre Puigdemont y Vox». No es difícil pronosticar que esta grieta se irá agrandando hasta poner contra las cuerdas al hoy orondo candidato a presidir el país. El futuro de Sánchez se ensombrece aún más con los nubarrones económicos que se atisban por el horizonte. Al rechazo social de su cesión al chantaje y a la inquietud existente entre numerosos militantes socialistas hay que añadir el aumento de la deuda, el cierre del grifo desde Europa y una escalada de precios que se verá agravada por el fin de la bajada del IVA de los alimentos, las rebajas energéticas o las ayudas al transporte. Yolanda Díaz, que es trepa pero no tonta, ya lo ha avisado. Lo lógico es que crezca el descontento y el hastío social hacia ese falso «progresismo» del que tanto habla el líder socialista. El otro escenario es el de la traición de sus socios. ¿Qué hará el PNV cuando se vea arrasado por Bildu en las elecciones vascas?
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