
Quisicosas
Trump y Sánchez, solo cambia el color de pelo
Sánchez es el que abominaba de Podemos y luego gobernó con Pablo. Trump dijo que TikTok era de China y lo cerraría y ahora lo defiende
La hija de mi mejor amiga estudia en Miami y, con doce años, le han propuesto repasar los programas electorales. La niña dice que votaría a «Trump porque es como una madre, piensa en todos, pero en primer lugar en sus hijos». A mí, qué quieren, me recuerda a lo nuestro. Los fieles de Sánchez no se paran en el acoso a los jueces, los acuerdos en Suiza o la financiación privilegiada de Cataluña. Para ellos Sánchez representa a su bando, sea eso lo que sea. «Desengáñate, Cristina,» –me dijo el otro día Albert Rivera– «importa más una rebaja del abono transporte (ahora van aponer uno nacional) que la amnistía».
Me hacen gracia los sesudos análisis sobre la política futura de Trump. Como si él supiese lo que va a hacer en todos los escenarios. El nuevo presidente americano dependerá más de las encuestas que de los códigos deontológicos, más de la evolución de los mercados que de los principios. En eso se parece a nuestro Sánchez, que tiene en Tezanos su ángel de la guarda. Cuando Donald Trump ha tenido que hablar del futuro de TikTok ha explicado que «nos ha dado muy buenos resultados, ha incrementado un 32 por 100 nuestros seguidores jóvenes» y punto. A Sánchez no le importa que su mujer o su hermano abusen, sólo quiere que no se note. Lo mismo le pasa con el fiscal general.
A los observadores les preocupa la influencia de Trump en las guerras mundiales, los organismos internacionales y la economía. A sus seguidores les importa que los emigrantes no les molesten, que no les den la tabarra con lo woke y tener trabajo bien remunerado. De la misma manera, a los críticos les molesta que Sánchez deconstruya el estado de derecho, que haga una España federal o trunque la solidaridad nacional, pero sus seguidores remarcan que la economía va bien, sienten que las pagas y ayudas aumentan y que los que se quejan (jueces, medios, empresarios, oposición) son el enemigo.
Trump ha hecho de las élites ricas de izquierdas su pimp-pam-pum. Sánchez se ha buscado de enemigo a Franco y a los que él califica de franquistas. En lo demás, ambos mandatarios irán trampeando. Eso sí, sin complejo ninguno, con un verbo encendido y gestos rotundos muy del gusto de las redes (despidos y contrataciones fulminantes, cartitas personales a los militantes, desprecio a los oponentes).
Que nadie busque coherencia. Sánchez es el que abominaba de Podemos y luego gobernó con Pablo. Trump dijo que TikTok era de China y lo cerraría y ahora lo defiende. Ya no hay izquierda ni derecha, es el tiempo de los fluidos. El color de pelo difiere, eso sí.
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