Editorial

Las urnas que pueden torcer la legislatura

Que se acelerara el ocaso de una legislatura que está muerta, pero no enterrada, sería tal vez la única noticia positiva de unos comicios que rubricarán un Parlamento con una representación separatista abrumadora

Los vascos acuden hoy a votar en unas elecciones autonómicas con mayor dimensión y relevancia nacional que en la mayoría de las celebradas en el territorio. Nunca hasta la llegada de Pedro Sánchez al poder los dos partidos favoritos para convertirse en la primera fuerza de la Cámara de Vitoria reunían a su vez la condición de aliado crítico e indispensable de la mayoría parlamentaria que sostiene al Gobierno de España. El statu quo en la comunidad autónoma y en el Estado se ha sustentado en un equilibrio singular, pero frágil, en el que todas las piezas encajaban porque los roles se encontraban muy marcados y consolidados sin que hubiera margen para un cambio de papeles. El grupo hegemónico, el PNV, facilitaba al PSOE una coalición más digerible y presentable en el resto de España, por más que sus aberrantes acuerdos con los proetarras de Otegi resultaran del todo indignos e inmorales para un electorado que los ha castigado en todos los comicios celebrados en el país en los últimos años. Para Pedro Sánchez, esta inanidad ética, esta oquedad afectiva y sentimental hacia las víctimas del terrorismo y la sangre derramada, no ha supuesto el mínimo dilema interior, porque el fin de preservar la Moncloa siempre ha justificado los medios y los socios. Los comicios de hoy pueden hacer saltar las cuadernas del casco de la gobernabilidad y del sosiego sanchista si el mapa del poder gira a favor de los legatarios de la banda terrorista, como han certificado la mayoría de las encuestas. En otro giro de los acontecimientos, aún más enrevesado, podría darse que la suma del PNV y el PSE no llegara al umbral necesario para continuar en Ajuri Enea y entonces el panorama se deslizaría hacia claves indescifrables. Con Otxandiano, es decir, con Otegi, es decir, con ETA en el gobierno vasco, la onda expansiva embestiría contra la legislatura por más que el soberanismo y el socialismo tengan asumido que su única oportunidad de medrar pasa por evitar que el pueblo decidiera de forma anticipada en unas elecciones generales con toda la información disponible sobre la talla política y la fibra moral de los conmilitones del sanchismo. En todo caso, si las variables electorales alteran la ecuación que ha propiciado la estabilidad en Vitoria y en Madrid con el soberanismo vampirizando como nunca al Estado, con cesiones escandalosas en el terreno de los presos terroristas, el blanqueamiento y la desmemoria, pero también de los regalos competenciales sobrefinanciados, y el inescrutable cupo, se agudizaría la interinidad política en el país sea cual sea el compromiso final con el que unos y otros intenten proteger sus intereses particulares que no el bien común. Que se acelerara el ocaso de una legislatura que está muerta, pero no enterrada, sería tal vez la única noticia positiva de unos comicios que rubricarán un Parlamento con una representación separatista abrumadora.