El ambigú
Verdad y política
Es fundamental buscar soluciones que fomenten la verdad en el debate político
Hannah Arendt reflexiona en su ensayo Verdad y Política sobre la mentira en la política entendiendo que es una herramienta de uso común, y advirtiendo del peligro en su normalización, no solo en la política, sino también en la sociedad en general. En su opinión, cuando la mentira se institucionaliza, se erosiona los fundamentos de la confianza pública, así como la libertad misma. Esta reflexión cobra una especial relevancia en el contexto actual de la política en España, donde la manipulación de los hechos, la creación de narrativas falsas y la desinformación se han convertido en prácticas recurrentes. A ello, se suma la extrema polarización de la política creando un escenario en que se manipula la realidad para ajustarla a propias narrativas. Esta realidad permea en gran manera la actividad política, pero donde se ha alcanzado el máximo paroxismo es en la valoración de resoluciones judiciales de especial trascendencia pública, donde de forma totalmente afectada se inicia expresando el máximo respeto a los tribunales, para a continuación mediante falsas narrativas ganar el relato a toda costa, aun a costa de la propia justicia – blanco y en botella–. Pero la verdad se termina imponiendo, porque la mentira no tiene patas, ni cortas ni largas, y casi siempre, pronto o más tarde, termina poniendo a cada uno en su sitio, eso sí, en su debido sitio. Arendt describe la mentira política como una herramienta estratégica que permite a los gobernantes mantener el poder o modificar la realidad percibida por el público. En el ámbito de la corrupción política, se ha hecho evidente como la mentira y la desinformación han sido utilizadas para desviar la atención pública o minimizar el impacto de los escándalos, pero también se utiliza en ámbitos como la inmigración o la economía. Cuando desde la política se miente sistemáticamente, los ciudadanos se vuelven escépticos perdiendo la capacidad de discernir entre la verdad y la falsedad. Esto conduce a un debilitamiento de la actividad pública y de la democracia misma. En España, este fenómeno es visible en la creciente desconfianza de los ciudadanos hacia las instituciones públicas y los medios de comunicación, pero la justicia permanece incólume y así permanecerá. La manipulación de la verdad acaba creando enfrentamiento, puesto que en lugar de debatir sobre hechos objetivos y proponer soluciones basadas en la realidad, el discurso político se encierra en sus burbujas narrativas, alimentando la polarización y la división social, haciendo imposible el diálogo constructivo y la búsqueda de consensos. Con este panorama, es fundamental buscar soluciones que fomenten la verdad en el debate político y fortalezcan la confianza de los ciudadanos en las instituciones democráticas. 1.Educación en pensamiento crítico: La educación debe enseñar a las personas a distinguir entre hechos y opiniones, a identificar fuentes fiables de información y a desconfiar de las narrativas simplistas o conspiranoicas. 2.Transparencia institucional: Las instituciones públicas deben proporcionar información clara, completa y verificable a los ciudadanos, así como rendir cuentas. 3.Periodismo independiente y de calidad: El papel de los medios de comunicación es esencial en la lucha contra la desinformación; se debe fortalecer el periodismo independiente, donde los medios de comunicación deben actuar como un contrapeso frente al poder político, y no como meros transmisores de las narrativas de los partidos. 4.Responsabilidad política: Es fundamental que los políticos asuman la responsabilidad por sus declaraciones y acciones; debe castigarse la mentira en la política, y por ello los ciudadanos deben exigir mayor responsabilidad a sus líderes y rechazar a aquellos que recurran sistemáticamente a la mentira. 5.Fomento del diálogo social para evitar las narrativas distorsionadas. Para todo ello se hace necesario un esfuerzo colectivo y responsable, pero sobre todo combatir la mentira.
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