Aunque moleste
Vuelta al realismo político
Acuerdo escrito sobre Ucrania no habrá, pero sí una partición como en Corea
La reunión de Alaska supone la confirmación de la vuelta al realismo político, eso que Bismarck denominó «realpolitik», o sea, una política basada más en el pragmatismo que en las ideologías. Trump no comparte ideología ni con Putin ni con Xi Jinping, pero los considera representantes de dos potencias, una nuclear y otra económico-tecnológica. El mundo Trump es el de las esferas de influencia: América, Latam y Europa bajo el paraguas USA, un espacio postsoviético ruso, y un tablero asiático con supremacía china.
Dicen que el presidente norteamericano ha convertido en protagonista a quien era hasta hoy un «paria». La realidad es que lo ha sido para Occidente, no para el mundo BRICS (la mitad de la población mundial), que apoya a Putin sin ambages. El problema surge cuando la propaganda impone consignas y se aleja de la realidad.
De Putin se dijo que estaba acabado, con cáncer, con un Ejército viejuno y tecnología de lavadora (Borrell), con un peso económico similar a Ecuador, y que colapsaría con las sanciones. No era verdad. Nada de eso ha ocurrido, y al final nos encontramos con la realidad de una guerra que Zelensky y Occidente van perdiendo, y la necesidad de vestir la derrota como un acuerdo para evitar la imagen de Afganistán. En eso está Trump, que de buena gana forzaría el relevo de Zelensky si no fuese porque quiere que esté en la capitulación.
Acuerdo escrito y sellado no habrá. Es difícil que Ucrania o Europa lo admitan, pero sí una partición de facto como Corea o Chipre. Aceptadas las condiciones, se instaura un alto el fuego definitivo, bajo la premisa de que Rusia acepta no seguir avanzando militarmente en Jerson y Zaporiyia, pero administra por completo Luhansk (hoy controlada totalmente) y Donetsk (le falta un cuarto del territorio), devolviendo a Kiev los enclaves de Moscú en Sumi, Járkov y Dniepropetrovsk. El estatus de Crimea ni se cuestiona, y se darán garantías para las poblaciones ruso-hablantes y la iglesia ortodoxa en Ucrania, que no entrará en la OTAN, aunque quede bajo su influencia. ¿Son las condiciones del Kremlin? Es lo que acordó Trump con el presidente del país que va ganando la guerra, después de que Ucrania y la NATO fracasaran con la contraofensiva y la invasión de Kursk. No aceptarlo implica que los rusos seguirán avanzando en Donetsk, tras romper el frente la pasada semana en dirección a Sloviansk y Kramatorsk, las dos únicas grandes ciudades que les restan por ocupar. La pregunta que le hace el americano a Zelensky es si merece la pena sacrificar a más soldados en una contienda que tiene perdida.
La población ucraniana quiere la paz, está cansada y ha protagonizado conatos de rebelión en los centros de reclutamiento y contra Zelensky.
Putin le llenó los oídos a Trump con algo que al estadounidense le gusta oír: la guerra nunca se hubiera producido con él. Cierto. Apenas se trataba de garantizar la neutralidad de Ucrania. Biden lo impidió, como impidió, junto a Boris Johnson, el acuerdo de Estambul al mes de la invasión, por el cual Moscú se retiraba de los enclaves ocupados a cambio de la autonomía del Donbás y la no entrada en la OTAN. Se hubiera evitado la partición de Ucrania y miles de muertos.