Cargando...

País Vasco

No es euskera: el idioma que inventaron los vascos en Europa hace cinco siglos

Durante sus expediciones balleneras en el norte de Europa, los marineros vascos crearon un idioma totalmente nuevo para comunicarse: una lengua práctica y efímera que aún hoy fascina a los lingüistas

No es euskera: el idioma que inventaron los vascos en Europa hace cinco siglos Freepik (Montaje propio)

Durante los siglos XVI y XVII los marineros vascos idearon un idioma nuevo y sorprendente. No era euskera, aunque lo incluía. Tampoco el idioma autóctono del lugar donde se desarrolló, aunque servía para entenderse con quienes lo hablaban. Era, en realidad, un lenguaje creado desde cero con un fin muy claro: poder comunicarse con quienes no compartían ninguna lengua común.

Este fenómeno lingüístico, casi desconocido fuera de los círculos especializados, se denomina pidgin vasco-islandés, y es uno de los ejemplos más singulares de cómo la lengua puede adaptarse y transformarse por pura necesidad. Fue utilizado por balleneros vascos y habitantes de Islandia durante las rutas comerciales en el Ártico y ha sobrevivido únicamente gracias a tres manuscritos del siglo XVII que aún hoy se conservan.

La lengua que inventaron los vascos en Europa hace cinco siglos

Durante la Edad Moderna, los marinos vascos se aventuraron en aguas lejanas del Atlántico norte. En su búsqueda de ballenas y otros recursos naturales, establecieron vínculos comerciales con distintas culturas costeras, desde los indígenas norteamericanos hasta los islandeses. La comunicación, sin embargo, era un problema evidente. Para solucionarlo, vascos e islandeses dieron lugar a una especie de lenguaje híbrido que permitía transmitir lo esencial: necesidades básicas, comercio y vida a bordo.

Esta forma de hablar es lo que los lingüistas denominan "pidgin", un tipo de lengua simplificada creada para facilitar el entendimiento entre personas sin una lengua común. No es una lengua materna, ni llega a desarrollarse del todo como un idioma completo, pero cumple su función con eficacia. Según el Instituto Cervantes, un pidgin suele nacer en contextos coloniales o comerciales, y desaparece cuando ya no es útil. Y eso fue exactamente lo que ocurrió con el pidgin vasco-islandés.

Gracias a un hallazgo documental en Islandia, se sabe que este pidgin existió y que se usó durante al menos varias décadas. Los tres manuscritos conocidos recogen un total de 848 palabras o frases, algunas de ellas con construcciones que mezclan vocabulario vasco con estructuras propias del islandés o de lenguas germánicas.

Los textos, bautizados como Basknesk ordasofn, fueron analizados por primera vez en profundidad por el lingüista holandés Nicolaas Gerardus Hendricus Deen en el siglo XX. Se encuentran en la ciudad de Vestfirðir, en Islandia, y no se conoce la identidad de quienes los redactaron. Sí se sabe que proceden de contactos frecuentes entre marineros del puerto de Donibane Lohizune (hoy San Juan de Luz, en el País Vasco francés) y comunidades islandesas del norte del país.

Una de las frases que aparecen en los documentos ilustra bien la lógica del pidgin: "for mi berrua usnia eta berria bura", que se ha traducido como "dame leche caliente y mantequilla fresca". El orden de las palabras no coincide con el del euskera moderno, y su estructura recuerda más a las lenguas germánicas, lo que revela la adaptación del idioma a un interlocutor islandés.

El pidgin vasco-islandés no perduró más allá del contexto que lo vio nacer. Con el declive de las expediciones balleneras y el cambio en las rutas comerciales, la lengua cayó en desuso. Hoy es una curiosidad histórica, una prueba del ingenio humano cuando la comunicación se vuelve esencial.

Pero también es un recordatorio del papel que los vascos jugaron en la historia marítima de Europa. Mientras el euskera, considerado una de las lenguas más antiguas del continente y sin parentesco claro con ninguna otra viva, continúa creciendo, con más de 1,4 millones de hablantes según el Eustat (Instituto Vasco de Estadística), esta pequeña invención lingüística quedó atrapada en los márgenes de la historia.

No obstante, para los lingüistas, antropólogos e historiadores, el pidgin vasco-islandés sigue siendo una joya: una lengua nacida del océano, de la necesidad y del encuentro entre culturas que, pese a las distancias, encontraron cómo entenderse.