Catolicismo
Así se autentifica una aparición
«Madre de Dios y Madre Nuestra», escrito por Santiago Lanús, es un perfecto manual para entender el sentido y el mensaje de las apariciones marianas en la etapa actual.
«Madre de Dios y Madre Nuestra», escrito por Santiago Lanús, es un perfecto manual para entender el sentido y el mensaje de las apariciones marianas en la etapa actual.
Si hay un rasgo que caracterice las apariciones del siglo XIX es que «los niños son los protagonistas», a diferencia de las épocas anteriores: «Antes, Santa María se aparecía a personajes notorios, como a Santiago Apóstol, y a partir del siglo XIX eso cambia, lo vemos en historias como la de Fátima, Ámsterdam o Garabandal, por citar algunas». Lo explica el catedrático de Historia Contemporánea, Javier Paredes, en el prólogo del libro «Madre de Dios y Madre Nuestra». Escrito por Javier Lanús, esta obra explica de forma muy sencilla y para todos los públicos el sentido de estas tres famosas apariciones, y el mensaje que Dios quiere trasladar con ellas a la humanidad. Para introducirnos en el tema Lanús, detalla el proceso que sigue la Santa Sede cuando se publica una aparición. Cuando se hace pública, «el obispo local debe hacer una investigación para cerciorarse de la autenticidad de la misma». Una vez que ha concluido, debe enviar los resultados a la Santa Sede, concretamente a la Congregación para la Doctrina de la Fe, «pero el obispo, a la vez, debe encauzar la piedad de los fieles y la conducta de los sacerdotes», argumenta el escritor. Y aclara: «La postura de la autoridad eclesiástica puede variar según el desarrollo de los hechos, puede suceder que en un principio no se reconozca la aparición o se prohíbe celebrar misa a los sacerdotes y, que con el paso del tiempo, el mismo obispo o su sucesor cambie de opinión».
Así, el Vaticano, una vez ha estudiado el caso, puede manifestar las siguientes posibilidades: juicio negativo; permitir la asistencia de los fieles pero no celebrar la misa; permitir los actos de culto, incluida la misa; reconocer y fomentar el culto y peregrinaciones, y reconocer el carácter sobrenatural de los hechos.
En la mayoría de los casos, reconoce Santiago Lanús, «la Iglesia no siente la necesidad de pronunciarse oficialmente sobre ellas, al menos al principio, siempre que el culto que se realice ante una supuesta aparición se desarrolle en concordancia con la fe».
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