Roma
El ADN de la iniciación
Hace apenas unos días, el Papa hablaba de la importancia de otorgar al sacramento del bautismo el lugar que se merece, así como de la necesidad de valorarlo de forma adecuada. Y eso es lo que precisamente hace el Camino Neocatecumenal a través de la iniciación cristiana en las parroquias. Esta realidad eclesial, que nació como respuesta al Concilio Vaticano II, está siendo un vehículo propicio para la nueva evangelización. De ello dieron buena muestra ayer las cientos de familias que recibieron el envío y la bendición del Papa Francisco para anunciar a Jesucristo en lugares remotos del planeta. Precisamente, ese ardor misionero proviene de este proceso de maduración en la fe en el que se encuentran. Un camino que nació hace casi cincuenta años entre los más pobres de Madrid y que luego dio el salto también entre los más necesitados de Roma y Portugal. Es, por tanto y según ha reconocido la Iglesia, una vía adecuada para los alejados: para aquellos que estuvieron en ella pero que después la abandonaron o para los que nunca la han conocido. El Camino lo lleva en su ADN, así como el carácter misionero y el anuncio del kerigma, que es el centro de toda su predicación. El Papa agradeció ayer en varias ocasiones el testimonio de todas estas familias y quedó impresionado de la multitud de niños presentes en el encuentro. A las distintas misiones «ad gentes», según las bendecía, las animó a anunciar el amor de Jesucristo por cada hombre y las felicitó por su entusiasmo. Francisco realizó también algunas recomendaciones para que esta iniciación cristiana continúe a la vanguardia del anuncio del evangelio en las periferias existenciales y les alentó a llevar «por doquier» el amor de Dios por los hombres. Algo que, como ya han demostrado, están dispuestas a hacer allí donde la Iglesia se lo pida.
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