Galicia

El evangelio del marginado según Francisco

Pide a los cardenales que acojan a los excluidos y que no se aíslen «en una casta» que nada tiene que ver con la Iglesia

El Papa Francisco junto a los nuevs cardenales, en la basílica de San Pedro del Vaticano
El Papa Francisco junto a los nuevs cardenales, en la basílica de San Pedro del Vaticanolarazon

El Papa pide a los cardenales que acojan a los excluidos y que no se aíslen «en una casta» que nada tiene que ver con la Iglesia

La de ayer es, con toda probabilidad, una de las homilías más importantes pronunciadas por el Pontífice hasta la fecha. Las palabras que pronunció en la misa el Papa Francisco con los nuevos cardenales en la mañana del domingo son el resumen de las líneas esenciales de su Pontificado. Acoger al necesitado, al alejado y al que anhela curar sus pecados fueron las peticiones de Francisco dirigidas a los purpurados. «El camino de la Iglesia, desde el Concilio de Jerusalén en adelante, es siempre el camino de Jesús, el de la misericordia y de la integración» lo que significa «acoger al hijo pródigo arrepentido; sanar con determinación y valor las heridas del pecado; actuar decididamente y no quedarse mirando de forma pasiva el sufrimiento del mundo», hizo hincapié el Santo Padre.

En este sentido destacó que «el camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie para siempre y difundir la misericordia de Dios a todas las personas que la piden con corazón sincero». Pero también «es precisamente el de salir del propio recinto para ir a buscar a los lejanos en las ‘‘periferias’’ de la existencia».

Bergoglio, como ya hiciera en la homilía del Consistorio del sábado, dio de nuevo a los purpurados algunas claves para desarrollar de forma óptima la misión a la que han sido llamados. Por eso, Francisco les habló de la caridad, que «no puede ser neutra, indiferente, tibia o imparcial», sino que «contagia, apasiona, arriesga y compromete. Porque la caridad verdadera siempre es inmerecida, incondicional y gratuita».

Dirigiéndose a los nuevos cardenales, el Sumo Pontífice destacó que, precisamente, «ésta es la lógica de Jesús, éste es el camino de la Iglesia: no sólo acoger e integrar, con valor evangélico, a aquéllos que llaman a la puerta, sino ir a buscar, sin prejuicios y sin miedos, a los lejanos, manifestándoles gratuitamente aquello que también nosotros hemos recibido gratuitamente».

Además, «¡la disponibilidad total para servir a los demás es nuestro signo distintivo, es nuestro único título de honor!», expresó Francisco tomando como base de su homilía el relato evangélico de la curación de Jesús a un leproso.

El Pontífice pidió a María, Madre de Dios, «que sufrió en primera persona la marginación causada por las calumnias», que «nos enseñe a no tener miedo de acoger con ternura a los marginados; a no tener miedo de la ternura y de la compasión; nos revista de paciencia para acompañarlos en su camino, sin buscar los resultados del éxito mundano; nos muestre a Jesús y nos haga caminar como Él».

Parte de su discurso lo dedicó a advertir contra aquellos purpurados que no quieren estar con los marginados y se aíslan «en una casta» que poco o nada tiene que ver con el cristianismo. Invitó a los cardenales a «servir a la Iglesia, en modo tal que los cristianos –edificados por nuestro testimonio– no tengan la tentación de estar con Jesucristo sin querer estar con los marginados, aislándose en una casta que nada tiene de auténticamente eclesial».

«Os invito –continuó Francisco durante su homilía– a servir a Jesús crucificado en toda persona marginada, por el motivo que sea; a ver al Señor en cada persona excluida que tiene hambre, que tiene sed, que está desnuda; al Señor que está presente también en aquéllos que han perdido la fe, o que, alejados, no viven la propia fe; al Señor que está en la cárcel, que está enfermo, que no tiene trabajo, que es perseguido; al Señor que está en el leproso –de cuerpo o de alma, que está discriminado».

Abrazar al leproso

En definitiva, para el Santo Padre argentino, «no descubrimos al Señor si no acogemos auténticamente al marginado» y para hacer más gráficas sus palabras, recordó la figura de San Francisco de Asís (por el que lleva su nombre), que no tuvo miedo de abrazar al leproso «y de acoger a aquéllos que sufren cualquier tipo de marginación».

«En realidad –subrayó– sobre el evangelio de los marginados, se descubre y se revela nuestra credibilidad».

«Sin miedo a tocar» a los necesitados

Minutos después de concluir la misa en la Basílica, el Papa apareció como cada domingo en la ventana del Palacio Apostólico para rezar el ángelus y saludar a los presentes, algunos de diversas partes de Galicia. Pidió un aplauso para los nuevos cardenales, y a continuación expresó una preocupación. «He pedido a menudo, a las personas que ayudan a los demás, que lo hagan mirándoles a los ojos, sin miedo a tocarlos» para que «el gesto de ayuda sea también un gesto de comunicación: también nosotros tenemos necesidad de ser acogidos por ellos», confesó el Papa.