Conferencia Episcopal
El quicio de la enseñanza
Aquella puerta de madera noble y picaporte de bronce señorial rozaba el suelo y no ajustaba en su marco, porque a pesar de la nobleza y la elegancia de sus materiales, estaba desquiciada. Algo parecido nos está pasando, cuando en la enseñanza desarrollamos tantos saberes y habilidades, ignorando el quicio sobre el que giran.
Los planos de los cascos de las ciudades y pueblos de Europa, así como su geografía urbana y rural, son cristianos. Sobre los tejados de las casas sobresalen las agujas de las catedrales y los campanarios de las iglesias. Sin el cristianismo no se entendería nuestra historia, privada de la mayor parte de los fondos documentales que custodian los archivos. Y si damos la espalda al cristianismo, nos veremos obligados a trasladar a los sótanos numerosas esculturas de nuestros museos, y a descolgar la mayoría de los cuadros de nuestras pinacotecas. Sin el cristianismo no se puede entender la fuerza principal de nuestra cultura, como es la institución universitaria. Y fue en las universidades, nacidas e impulsadas por las instituciones eclesiásticas, donde se desarrolló el concepto de persona, sobre el que gira toda nuestra civilización occidental y en el que se fundamentan nuestros Derechos Humanos. Y sin la religión cristiana el mundo se habría visto privado de innumerables iniciativas de asistencia social, hubiéramos tenido que prescindir de las mejores composiciones musicales, no hubiéramos disfrutado de las páginas más hermosas de la literatura..., y sin la religión cristiana, en definitiva, además de todos esos logros sublimes, no se hubiera podido producir todo ese esfuerzo cotidiano y anónimo de tantas generaciones que nos han precedido, que encontraron en la religión cristiana la inspiración para construir nuestra cultura occidental. Aunque sólo fuera por ser partícipes de toda esta riqueza, merecería la pena el esfuerzo de estudiar la religión, que es el quicio de nuestra cultura. Sin la clase de Religión, es muy posible que en algunos colegios se estén obteniendo unos expedientes tan nobles y elegantes como los materiales de aquella puerta desquiciada.
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