La renuncia de Benedicto XVI

La lección del buen pastor

La Razón
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Hace unos años, concretamente el 30 de abril del 2005, publicaba yo, con ocasión del fallecimiento de Juan Pablo II y el nuevo pontificado de Benedicto XVI, un artículo titulado «Una sola grey, un solo pastor» en el que trataba de glosar esa maravilla milenaria que es la sucesión papal en la transmisión del legado de Cristo y decía que sólo una historia secular en la continuidad de la fe podía conseguir ese milagro de cambiar de guía y seguir siendo la misma grey. En la gran homilía de su entronización Benedicto XVI había proclamado: «La Iglesia está viva y la Iglesia es joven». Yo creo que el Papa, al sorprendernos con su renuncia, ha querido revalidar aquella afirmación y dar a la Iglesia un nuevo guía para revitalizarla y rejuvenecerla. Leyendo ahora aquélla su primera homilía, bajo la sorpresa de su renuncia, se entiende mejor su exhortación de entonces a los pastores sucesores de los Apóstoles recordándoles que son pescadores de hombres y que han de llevarlos, sin miedo y sin trabas, al conocimiento de Dios. En un ejercicio personal de responsabilidad pontificia, Benedicto XVI se ha encontrado sin fuerzas físicas suficientes para llevar a cabo los grandes deberes de su cargo y como buen pastor ha pensado sobre todo en su grey y en la necesidad de ofrecerle un nuevo guía.

Frente a lo imprevisto del anuncio, yo creo que ha sido una decisión muy meditada, a lo largo de mucho tiempo, quizás de los dos últimos años. Quizás ha debido recordar también el largo sufrimiento de su venerado antecesor Juan Pablo II cuando empeñado en dar ejemplo con el dolor de su progresiva enfermedad recibía reiteradas peticiones de cardenales, clérigos y seglares para que renunciara, haciéndole pronunciar aquella famosa frase: «La Iglesia no se gobierna con las piernas, sino con la cabeza».

Habrá pensado Benedicto XVI que si bien eso es cierto, también lo es que la fuerza física es necesaria para llevar el timón de la barca de Pedro, pera peregrinar en ella a distintos continentes, para gobernarla en tantas funciones, para asistirla personalmente en tantas ocasiones y lugares y que si la Iglesia está viva y está joven tenia que ofrecerle también la oportunidad de encontrar un nuevo guía en unos tiempos en que la humanidad, la grey del Papa, necesita a su pastor más que nunca.

Que no se aventen ejemplos de renuncias pretéritas que nada tienen que ver, sino más bien al contrario. La muy aireada de Celestino V en 1294 se debió a las presiones del consistorio y del rey de Nápoles que lo tenía sometido a su voluntad hasta tal punto que trasladó el papado a aquel reino. Otra, la del nonagenario Gregorio XII en 1415, producto de un intento de acabar con el famoso cisma de Occidente. La renuncia de Benedicto XVI es la primera en la historia del Papado que se lleva a cabo desde la libertad, la inteligencia y la meditación de la responsabilidad pastoral. Es un caso único, ejemplar, donde el pastor se sacrifica por su grey. Admiremos su ánimo, su humildad y la enseñanza de su lección. ¡Loado sea el Papa Benedicto XVI!