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«Los traficantes nos secuestraron, ¡hemos sufrido tantísimo!...»

Los últimos 166 inmigrantes, durante su viaje a Lampedusa
Los últimos 166 inmigrantes, durante su viaje a Lampedusalarazon

Llegaron a Lampedusa una hora antes de que lo hiciera el Papa. Venían desde las costas del norte de África en una embarcación que navegaba a duras penas y que fue localizada por una patrullera de la Guardia de Finanzas a pocas millas de esta isla italiana situada en el corazón del Mediterráneo. Eran los últimos 166 inmigrantes, entre los que había cuatro mujeres, que intentaban alcanzar el supuesto sueño europeo llamando a la puerta de Lampedusa. El viaje, un «horror» según uno de los africanos que iba en la embarcación, habría pasado casi desapercibido para los medios de no ser por la visita papal. Los inmigrantes fueron conducidos al centro de internamiento para extranjeros con que cuenta la pequeña isla, por el que pasaron los jóvenes eritreos que Francisco saludó efusivamente en el muelle del puerto antes de celebrar la Eucaristía. Uno de ellos le contó que había dejado su país por motivos «políticos y económicos». «Para llegar a este lugar hemos superado muchos obstáculos. Los traficantes nos secuestraron. Hemos sufrido tantísimo para llegar a Libia», le dijo el joven con gran emoción al Pontífice. Le elevó luego la queja común de tantos inmigrantes: no quieren ser repatriados ni quedarse en Italia, sino empezar una nueva vida en otras naciones del Viejo Continente, sirviéndose de su condición de exiliados. «Querríamos que otros países europeos nos acogieran», comentó el eritreo. A Francisco este encuentro le impactó e hizo referencia a él durante su homilía. «He escuchado, recientemente, a uno de estos hermanos. Antes de llegar aquí han pasado por las manos de los traficantes, aquellos que se aprovechan de la pobreza de los otros, esas personas para las que la pobreza de los otros es una fuente de lucro. ¡Cuánto han sufrido! Y algunos no han conseguido llegar», lamentó el Papa. Sus palabras y sus gestos fueron muy celebrados por los inmigrantes de la isla, como el tunecino Omar, quien en Radio Vaticana contó que Francisco era como un «ángel mandado del cielo» y deseó que, después de Lampedusa, viajase a África.