Catolicismo

Una mujer que iba con prisas

La Razón
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San Juan Pablo II, al beatificar a madre Teresa en el mismo día de la Jornada Mundial por las Misiones, el 19 de octubre de 2003, dijo: «¿No es significativo que su beatificación sea en el día en el que la Iglesia celebra la Jornada Mundial por las Misiones? Con el testimonio de su vida, madre Teresa recuerda a todos que la misión evangelizadora de la Iglesia pasa por la caridad, alimentada en la oración y en la escucha de la palabra de Dios. Emblemática de este estilo misionero es la imagen que nos recuerda a la nueva beata mientras estrecha, con una mano, la de un niño y, con la otra, recorre la corona del rosario. Contemplación y acción, evangelización y promoción humana: madre Teresa proclama el Evangelio con toda su vida donada a los pobres, pero, al mismo tiempo, envuelta en la oración».

Madre Teresa tiene un estilo misionero, hecho de contemplación y acción, evangelización y promoción humana ; su proclamación del Evangelio viene hecha mediante el don de darse a los pobres y mediante la oración. La lectura de la figura de su ser misionero viene encerrada en la caridad. Madre Teresa de Calcuta es una Misionera de la Caridad, éste es el nombre no casual de su congregación, un nombre que encierra la esencia de la misionariedad de esta mujer (...)

Madre Teresa se siente atraída por la misión desde muy joven, cuando participa en las actividades del Sodalicio, un grupo de oración y ayuda a la misión, y tiene la ocasión de encontrarse a los padre jesuitas, que eran misioneros en Calcuta. Jovencísima, entra en la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de Loreto en Irlanda, y cuando es enviada a India encuentra en los últimos a los destinatarios de su misión y (...) funda las hermanas Misioneras de la Caridad en 1950, los Hermanos Misioneros de la caridad en 1963, y una completa familia misionera (...). El carisma de las Misioneras de la Caridad viene así explicado: «Nosotras somos misioneras, lo que significa que ‘‘hemos sido enviadas’’. Nuestra misión es hacer de tal forma que la Buena Nueva sea experimentada especialmente por los más pobres (...), por aquellos que parecen aparentemente más alejados o fuera del amor de Dios (...) Caridad es otra palabra para ‘‘amor’’. Rezamos cada día para que podamos ser instrumentos o canales del amor de Dios (...)».

Por tanto, la misión de la caridad consiste en ser enviados a hacer experimentar el amor de Dios a quien parece más lejano. Explícitamente la misión de madre Teresa consiste en ser instrumento o canal del amor de Dios (...) Significa ser humildes portadores del agua que sacia a los pobres, un agua que discurre y no se detiene, siempre en camino, en la capacidad de ver en cada pobre la imagen de Jesús que tiene sed.

Madre Teresa tenía la mirada fija en Jesús crucificado, privado de todo consuelo, solo, despreciado, despojado de todo, moribundo y sediento. Dios hecho hombre tiene una sed infinita, y madre Teresa ha dedicado su vida a saciar esta sed infinita y ardiente de Jesús.

Como recuerda san Juan Pablo II en la homilía de la beatificación: «El grito de Jesús sobre la cruz, ‘‘Tengo sed’’, que expresa la profundidad del deseo de Dios en el hombre, penetra en el alma de madre Teresa y ha encontrado terreno fértil en su corazón. Apagar la sed de amor y de almas de Jesús en unión con María, madre de Jesús, se convirtió en el solo objetivo de la existencia de madre Teresa y la fuerza interior que le hacía superarse a sí mismo e «ir con prisa» de una parte a otra del mundo para esforzarse por la salvación y la santificación de los más pobres entre los pobres. La misión de madre Teresa consiste en quitar la sed con el agua y con el amor, en una síntesis de las obras de misericordia corporales y espirituales (...) Su ser misionero consiste en dejar pasar el amor de Dios, en ser como un instrumento en sus manos, sin ser protagonista (...) Al recibir el Premio Nobel de la Paz en 1979, madre Teresa decía: «A Jesús le dolió amarnos». Y continúa: «Y para asegurarse de que recordáramos su gran amor se hizo pan de vida para satisfacer nuestro hambre de su amor».

La misión de madre Teresa se funda sobre la conciencia de que somos criaturas literalmente hambrientas de amor, hambrientas de Dios, porque hemos sido creados para amar y ser amados. En Jesucristo, Dios se ha hecho pan para satisfacer nuestro hambre, indicándonos cuál es la vía del amor, y nos ha revelado también el rostro divino de cada pobre que tiene hambre, porque Jesucristo mismo (...) es el hambriento de nuestro amor (...)y también el pan que sacia. La misión de madre Teresa consiste en llevar a los pobres, a los últimos, a los moribundos, a los abandonados el amor de Jesucristo, reconociendo en ellos mismos el rostro de Jesús.

Los mismos pobres restituyen el amor de Jesús a madre Teresa (...) El pobre es la imagen de Jesús que tiene sed, que tiene hambre, que está desnudo, que está solo, y la sonrisa del pobre que da gracias es la sonrisa de Jesús (...) Se trata de un concepto de pobreza muy profundo; los pobres son los últimos, indeseados, los no amados, y madre Teresa subraya a menudo cómo esa pobreza puede ser experimentada también en los países ricos por aquellos que no tienen hambre de comida, porque el verdadero hambre es el hambre de amor.

Ella veía realmente en los pobres la presencia de Jesús. La misión del Evangelio de Jesús viene en su misma presencia, amando como Él ha amado y reconociendo en el prójimo al mismo Jesús (...) Por eso, paradójicamente, el servicio a los pobres, a los sufrientes, a los moribundos parece una misión gozosa.

Entre las características requeridas a las Misioneras de la Caridad, en efecto, está la de la alegría. Y la imagen de las Misioneras de la Caridad es, como la de madre Teresa, la imagen de dones sencillos, activos, acogedores, fuertes, serenos, alegres. El amor es alegría.

La alegría del Evangelio no tiene nunca anestesia frente al sufrimiento, significa vivirla hasta el fondo. Madre Teresa ha experimentado el abandono, la oscuridad, la desolación interior, sin interrumpir nunca su misión de amor. En efecto, «con Jesucristo siempre nace y renace la alegría», como escribe el Papa Francisco en la Evangelii Gaudium, donde pone de ejemplo a madre Teresa, junto a San Francisco, como una fe que cambia el mundo, amándolo en sus fragilidades: «¿Quién osaría encerrar en un templo y hacer callar el mensaje de San Francisco de Asís y de la beata Teresa de Calcuta? Ellos no podrían aceptarlo. Una fe auténtica, que nunca es cómoda ni individualista, implica siempre un deseo profundo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo que mejorar después de nuestro paso sobre la tierra. Amemos este magnífico planeta donde Dios nos ha puesto, y amemos a la humanidad que lo habita, con todos sus dramas y sus cansancios, con sus alienos y sus esperanzas, con sus valores y sus fragilidades».

En el mismo nombre que madre Teresa elige para ella misma encontramos la clave de las misiones de la caridad; en efecto, elige el nombre de Teresa pensando en santa Teresa de Lisieux, que en 1927 fue declarada patrona especial de los misioneros, hombres y mujeres, existentes en el mundo, al igual que san Francisco Javier, porque el propósito de su vida era «sentir el amor en el corazón de la Iglesia», exactamente como madre Teresa, misionera de la alegría del Evangelio, misionera de la Caridad.