Coronavirus

Las residencias reabren sus puertas: “Está más deteriorada, pero al menos, está”

Las residencias abren sus puertas con estrictas medidas de seguridad. El reencuentro, con mampara y sin abrazos, deja un sabor agridulce a las familias

«¡Abuela, te quiero, te quieroooo!». Por fin, después de tres terribles meses de angustia e incertidumbre, Lorena pudo ver a su abuela Carmen. La Comunidad de Madrid estrenó ayer fase 2 con la apertura de puertas de residencias, pero el tan ansiado reencuentro de familiares se quedó descafeinado. Solo uno por residente, al aire libre , separados por mamparas y con la prohibición expresa de tocarse. El coronavirus todavía sigue circulando y, aunque lo hace de forma residual, estos centros no pueden permitirse una nueva envestida. Han quedado tocados, casi hundidos. Según los datos que manejan las comunidades, más de 19.400 usuarios han muerto por Covid en las 5.457 residencias públicas y privadas españolas. A diferencia de Sanidad, las autonomías han incluido en este balance no solo a las víctimas con un diagnóstico oficial con PCR, sino también a los que presentaban síntomas compatibles.

Cuando el viernes Lorena se enteró de que por fin la residencia de su abuela abría, la Buenavista Orbea ubicada en madrileño barrio de Carabanchel, rogó a su familia que le dejasen ser la primera en acudir. Pero cuando le explicaron que no podría abrazarla, prefirió esperar. Le cedió el turno a su madre, quien se presentó a primera hora de la mañana. Después de desinfectarse los zapatos y de rellenar una circular responsabilizándose de las posibles consecuencias, las enfermeras sacaron a Carmen al patio. Lágrimas y mucha emoción contenida. Un encuentro que se asemejaba más a una visita en prisión que a un reencuentro familiar, con límite de 30 minutos y vigilancia de los responsables para que no se produjera contacto físico. «Ha sido muy duro porque nosotros veníamos todos los días a verla, siempre estaba acompañada». «No nos imaginábamos esto, que se fuera a alargar tanto y que fuera a ser tan cruel, pero al menos nosotros la tenemos aquí» comenta, aliviada, la hija de Carmen que tendrá que esperar hasta la semana que viene para volver a verla.

Mientras, su nieta Lorena esperaba fuera, agarrada a la barandilla buscando con la mirada, esperando con ansia ver aparecer a su abuela en el patio. Cuando las enfermeras la sacaron en su silla de ruedas, trepó por las rejas para poder verla más de cerca y gritarle que la quería. Su abuela puede considerarse una superviviente porque ha logrado vencer al corononavirus. Lo cierto es que no se enteró, fue asintomática, pero el test que ha practicado a posteriori la residencia a todos los usuarios, ha revelado que fue portadora y ha generado anticuerpos.

Su compañera en Buenavista, Antonia López, también padeció el virus, pero su hija María cree que fue en febrero: «Estuvo malita a principios de mes, 10 días con aerosoles y luego se recuperó». Asegura que «después de esta pesadilla», ha encontrado «bien» a su madre, aunque «un poco más deteriorada» como consecuencia de haber pasado tanto tiempo aislada en su habitación. Desde que el Gobierno aprobó un protocolo para las residencias, las puertas de estos centros sociosanitarios se cerraron a familiares para evitar contagios. Aún así, el coronavirus logró colarse en Buenavista, así que la dirección tuvo que aislar a los residentes en las habitaciones. Ayer, Antonia salió por primera vez al patio para ver a su a su hija. Pero ese encuentro no cuplía sus expectativas: «Yo así no quiero verte», le repetía, preguntando insistentemente por qué no le daba un beso.

El director del centro, José Manuel Mestre, esperaba este día desde hace mucho. «Era muy necesario para el estado de ánimo de los residentes». En Buenavista han sufrido varias bajas en esta pandemia, pero afirma Mestre que lo más duro ha sido el no poder derivar a todo el que requería atención sanitaria a su hospital de referencia, el 12 de Octubre. «Llamábamos y estaba saturado, no habia sitio donde ubicar a nuestros residentes, la persona responsable del hospital nos marcaba el triaje para hacer derivaciones». El director de esta residencia cree que, con lo ocurrido, «quizá debería replantearse un cambio de modelo para que las residencias estuvieran medicalizadas. Hay que tener en cuenta que nosotros fundamentalmente cuidamos, no curamos».