Covid-19
Filtros HEPA vs medidores de CO2: ¿qué es mejor para evitar el contagio por aerosoles?
Su uso se perfila como la mejor alternativa para mantener limpio el aire en los espacios interiores
Pasar frío en clase o arriesgarse a un brote de Covid-19. Esa parecía ser la única alternativa en muchos centros escolares de España, a sabiendas de que la ventilación de las aulas es la mejor forma de evitar que el virus se propague. Sin embargo, las bajas temperaturas que ya se registran en algunas localidades ha llevado –además de a agotar la existencia de camisetas térmicas en las tiendas– a plantearse una alternativa ante las quejas de los padres.
Una de las primeras soluciones puestas sobre la mesa ha sido la implantación de aparatos para purificar el aire: los famosos filtros HEPA. No han sido pocos los colegios en los que las asociaciones de padres se han lanzado a la compra de estos aparatos para evitar el frío a sus hijos, y municipios como Fuenlabrada subvenciona su adquisición para sus aulas, o incluso en Móstoles el ayuntamiento ha comprado 1.500 aparatos para sus escuelas.
Sin embargo, en algunos casos, como es por ejemplo el de la Comunidad de Madrid, las autoridades pertinentes han llegado a desaconsejar los dispositivos portátiles. La razón, tal y como aseguró el propio viceconsejero de Salud Pública de la Comunidad de Madrid, Antonio Zapatero, es que pueden llegar a ser contraproducentes, pues «se ha verificado la utilidad de los dispositivos instalados con obra, en conductos de ventilación, etc. Los portátiles que se están instalando en algunas aulas no han verificado su utilidad, y son difíciles de usar. Deben ser el último recurso», y únicamente donde no pueda haber ventilación natural u óptima. A estos argumentos se han sumado otros como que su uso podría favorecer el «relajamiento» del resto de medidas de prevención.
Una postura que no es compartida por todos. «Hoy sabemos que el 75% de los contagios se produce en interiores por los aerosoles, que son las finas partículas que expulsamos al respirar y al hablar y que quedan suspendidas en el aire», apunta Jesús Sánchez Martos, catedrático de Educación para la Salud de la Universidad Complutense de Madrid. Es por ello que, en su opinión, no facilitar medidas para garantizar una calidad óptima del aire interior no está justificado.
Cómo mejorar la calidad del aire
Aunque la controversia de los filtro HEPA se originó en los colegios, pronto se ha hecho extensible a todos los locales a fin de garantizar la calidad del aire interior, originando quejas desde los propios funcionarios (el sindicato CSIF exige que se dote a los centros de trabajo de purificadores para mejorar la calidad del aire de estos espacios cerrados), hasta la hostelería, gravemente afectada por este motivo.
«Parece que la única alternativa es que los niños pasen frío, pero no es así. Hay purificadores de aire y tecnología en nuestro país que lo puede evitar. Y lo mismo en los restaurantes y hostelería: cerrar no es la solución», continúa Sánchez Martos, que fue consejero de Salud de Madrid. Por ello, entiende que «lo ideal es que el Gobierno, igual que ha legislado las mascarillas, lo hiciera con la cantidad de aire purificado que debe haber en un aula. Si no, la gente se comprará cualquier ganga que encuentre en internet mientras no se legisle al respecto».
Pero, ¿qué son los famosos filtros HEPA? Y lo más importante: ¿son la solución? Este tipo de filtros (acrónimo del inglés High Efficiency Particulate Air), permiten depurar el aire y limpiarlo de carga viral. Así se usan desde hace tiempo para purificar el aire de espacios cerrados como en los aviones o las UCI hospitalarias, y aunque no estaban concebidos inicialmente para este coronavirus, son capaces de eliminar más del 99% de virus, polvo y alérgenos o bacterias. Pero a día de hoy no hay una normativa a nivel nacional o autonómico, a propósito del uso de estos aparatos, por ejemplo, en las escuelas. Lo más parecido es la guía elaborada por el CSIC en la que se especifica que sus consejos son «aplicables a otros tipos de espacios interiores como oficinas u otros edificios de uso público».
Combinación de medidas
Y en ella, efectivamente, se establece una estrategia (ver gráfico) en la que, en primer lugar, se recomendaría su uso sólo en espacios en los que otras alternativas no fueran posibles (ventilación natural o forzada). «En las escuelas se plantea el problema de la ventilación porque no suelen tener sistemas de ventilación centralizados o climatización, como sí sucede en otro tipo de edificios de oficinas, por ejemplo», explica María Cruz Minguillón, investigadora del Idaea-CSIC, y autora de la «Guía para ventilación en aulas». Lo fundamental, cuenta, es que haya un caudal suficiente de aire exterior y, para asegurarse, hay que revisar la configuración de los sistemas de ventilación y ajustarla en caso necesario.
«Los purificadores filtran partículas pero no el CO2, por eso es importante medirlo y ventilar. La renovación del aire es necesaria, ya que cantidades altas de CO2 no son buenas, al margen de la pandemia», subraya, por eso lo ideal es una combinación de medidas. «Si mido qué concentración hay, puedo saber si estoy renovando aire con suficiente frecuencia para que el riesgo de contagio baje, entonces es un indicador muy bueno para saber si estoy renovando aire suficientemente». Por eso, entiende que los medidores son «muy buena estrategia para testar cómo de bien o mal se está ventilando. Pero, si no se hace bien, habrá que modificar las medidas. Es un paso necesario, pero no el único». Y, advierte, no es o una cosa u otra: «El medidor ayuda a diagnosticar y es un muy buen primer paso. Es como ponerse el termómetro, pero, si tengo fiebre, tendré que tomarme un paracetamol». En este ejemplo el paracetamol sería un aparato de filtración.
Un ejemplo de ello lo constituye el caso de Las Rozas, en Madrid. Así, tras llegar a un acuerdo con la multinacional LG (cuya sede se encuentra allí) para poner en marcha un proyecto piloto gracias al cual todos los centros públicos y concertados podrán probar la última tecnología en purificación de la empresa coreana. A la espera de, en el plazo aproximado de una semana, obtener los resultados obtenidos con esta iniciativa, como explican desde el propio Ayuntamiento, «el problema es el precio, ya que al poner uno por clase el coste se dispara».
Es por ello que, y ante la negativa de la Comunidad a comprarlos y el hecho de que, por contra, sí que se va a subvencionar la de los medidores de CO2, tal y como anunció Díaz Ayuso, se están replanteando la estrategia y decantarse por estos últimos, mucho más económicos (en Amazon por unos 100 euros frente a los 650 euros que vale en el mercado un purificador para una sala de unos 40-60m2). «Creo que el testigo de CO2 va a funcionar mejor porque poniéndolo en una “clase tipo” te avisa de cuando debes ventilar el resto de las mismas características». «Ahora creemos que es más interesante, pero dependerá también de según qué circunstancias porque no es lo mismo una clase que se puede ventilar que un gimnasio donde también será necesario un filtro HEPA».
Comercios y restaurantes
Es lo mismo que sucede con el resto de locales comerciales. Porque no son iguales una tienda que un centro deportivo, por ejemplo. «Restaurantes y gimnasios son los espacios en los que más se debería cuidar este aspecto. En los primeros porque hacemos una actividad física intensa y la velocidad de la respiración es más alta, por lo que requieren más ventilación; los segundos, porque en ellos nos quitamos las mascarillas para comer o beber y se permanece tiempo prolongado. En esas condiciones tienes más riesgo. En las tiendas, estamos menos tiempo y no nos quitamos las mascarillas», asegura Minguillón.
Por eso, en su opinión, y en la de Sánchez Martos, una buena medida en estos locales sería poner medidores de CO2 a la vista «para conocer la situación y que cada cual tome su decisión con toda la información».
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