Coronavirus
Las patentes de las vacunas contra el SARS-CoV-2, en la encrucijada
Una iniciativa pide liberarlas para que puedan producirse de manera masiva y los laboratorios farmacéuticos aseguran que el problema es la escasez plantas de producción
Si a principios de mes la Organización Mundial de la Salud (OMS) criticó la lentitud «inaceptable» de la vacunación contra la Covid-19 en Europa, a los problemas de suministro y distribución vienen a sumarse ahora los generados por la incertidumbre creada por los efectos adversos relacionados con la desarrollada por AstraZeneca.
Ante esta situación se buscan soluciones para «poner el turbo» a la vacunación, y una que está empezando a cobrar fuerza es la de la eliminación de las patentes de las vacunas ya desarrolladas y aprobadas frente al coronavirus. Una solución controvertida a la que se unen cada vez más voces, como un reciente artículo publicado en la revista «Nature» o una iniciativa liderada por India y Sudáfrica y 100 países más, que solicita a la Organización Mundial del Comercio acordar un levantamiento, por tiempo limitado, de los derechos de propiedad intelectual (la patente) relacionados con la Covid-19. Los principales proveedores de sueros, argumentan, deberían compartir sus conocimientos para que más países pueden comenzar a producir vacunas para sus propias poblaciones y las naciones de ingresos más bajos.
Algunos datos
Proveer de vacunas a toda la población mundial en el menor tiempo posible no cabe duda de que es un formidable reto. El mundo necesita alrededor de 11.000 millones de dosis de aquellas contra el coronavirus para inmunizar al 70% de la población, asumiendo dos dosis por persona. Según los datos que semanalmente recopila el Centro de Innovación en Salud Global de la Universidad de Duke (Estados Unidos), hasta ahora se han administrado más de 400 millones de dosis.
«Sin suprimir las actuales patentes, será muy difícil superar el actual cuello de botella que existe en la producción de las vacunas a nivel mundial, y no podrán llegar a todo el mundo. Sin apoyar este paso fundamental, no habrá garantía de que la tan necesitada vacuna llegue a cada persona en todo el mundo, esté donde esté», aseguran desde la ONG Médicos Sin Fronteras.
La patronal de los laboratorios farmacéuticos, Farmaindustria, por su parte, sostiene que, «al margen del desastre que a medio plazo supondría poner en solfa la seguridad jurídica de la protección industrial y de ese modelo de I+D de medicamentos que se sustenta en ella, no parece que conculcar el derecho a la propiedad sea solución para acelerar la producción de vacunas contra la Covid-19». Y es que, tal y como dijo en rueda de prensa el portavoz de la Comisión Europea, Balazs Ujvari, «los problemas de acceso a vacunas están relacionados con una insuficiente capacidad de producción para fabricar las cantidades necesarias y no se resolverán suspendiendo las patentes».
Una posición con la que coincide Santiago Cervera, ex consejero de Salud de Navarra y experto en gestión sanitaria e innovación: «Es un problema de producción. Se están haciendo vacunas de una tecnología nueva y eso es algo que nunca antes se ha hecho a tanta escala. Hemos pasado en pocos años de hacer vacunas cultivadas en huevo, a hacerlas mediante sistemas de impresión de fragmentos genéticos. Y eso no se improvisa. Unido al hecho de que hay una demanda global, el problema de no tener todas las que quisiéramos es fundamentalmente de producción», explica. Y, continúa, además, «en el caso de las vacunas, y especialmente en relación con las del coronavirus, lo primero que habría que aclarar es que detrás de una vacuna no hay una sola patente».
El retraso de la EMA
«Las compañías desarrolladoras de vacunas son las primeras interesadas en suministrar la mayor cantidad posible en el menor tiempo posible, aunque sólo fuera por una cuestión de competencia. Por otro lado, hay pocas plantas en el planeta capacitadas para fabricarlas. Apenas una quincena de compañías farmacéuticas en el mundo se dedica a desarrollar vacunas. Por eso han sellado acuerdos con aquellas que tienen esa capacidad, incluidas empresas competidoras y de países de diferentes rincones del mundo. La consultora Airfinity contabilizaba en marzo más de 260 acuerdos de colaboración entre compañías para la producción de vacunas contra la Covid», aseguran desde Farmaindustria.
Pese a todo, y como reclama el investigador médico Oriol Mitjá, «sin entrar en el aspecto más economicista, se necesitan soluciones, ser más innovador para que la vacuna llegue a todo el mundo, y para eso hay dos caminos: pagar más por ellas, como ha hecho Israel, o eliminar las patentes».
Otra alternativa propuesta en Europa es la aprobación de la vacuna rusa. Pero, ¿por qué se está demorando tanto la UE? «Otras vacunas se han aprobado antes por la EMA porque las empresas han mantenido una línea de información en tiempo real con la agencia mientras hacían los estudios clínicos, lo que permite la autorización más rápida y con igual nivel de rigurosidad. Los rusos han tardado en presentar sus datos y los han dado todos de golpe, y ahora la EMA tendrá que emplear un tiempo considerable en la revisión», cuenta Cervera. «La EMA se pronuncia con un mes o dos de retraso respecto de la FDA. Se está haciendo un gran esfuerzo, pero quizás debería ir más rápido en esta situación de emergencia», apostilla Mitjá.
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