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La pandemia desborda la asistencia psiquiátrica infantil y juvenil, ¿cuándo y cómo actuar?

►El deterioro de la salud mental de los niños y adolescentes ha triplicado la depresión y los intentos de suicidio en los últimos meses en este colectivo

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Con los datos de contagio y de fallecidos de la sexta ola ya en caída libre en nuestro país, puede parecer que lo peor de la pandemia ya ha pasado. Sin embargo, la crisis sanitaria ha dejado un damnificado invisible y difícil de salvar en apenas unos meses. Se trata de los problemas de salud mental, hasta el punto de que la Organización Mundial de la Salud ha estimado esta semana que «la ansiedad y la depresión han aumentado un 25 por ciento en estos últimos meses, sobre todo en los más jóvenes, que corren un riesgo desproporcionado de comportamientos suicidas y autolesivos».

España cumple a pies juntillas las características de esa inquietante radiografía, hasta el punto de que la asistencia sanitaria de los menores con estos problemas está desbordada en nuestro país, ya que a día de hoy hay niños y adolescentes con problemas psiquiátricos graves que están siendo atendidos en la planta de Pediatría, y no en la específica de Psiquiatría infantojuvenil, por falta de recursos, según denuncian los pacientes a «ATUSALUD». Y el problema resulta global, ya que no se da en un único hospital ni en una sola provincia.

Saturación generalizada

«La saturación del sistema es real, porque hay un clarísimo aumento de la demanda y de la incidencia de los problemas de salud mental en los menores. Esto se ve en todos los estratos de la asistencia, ya que nos encontramos con más consultas de este tipo en atención primaria, en los centros especializados, en los servicios de urgencias, con mayores cifras de ingresos hospitalarios y con más solicitudes en hospitales de día, lo que se traduce en listas de espera cada vez más largas que llegan a superar los tres meses», confirma Azucena Díez, presidenta de la Sociedad de Psiquiatría Infantil de la Asociación Española de Pediatría (SPI-AEP) y directora de la Unidad de Psiquiatría Infantil y Adolescente de la Clínica Universidad de Navarra.

Salud mental infantil y juvenil
Salud mental infantil y juvenilTania Nietofreemarker.core.DefaultToExpression$EmptyStringAndSequenceAndHash@40deb465

La situación descrita por Díez se repite desde los distintos prismas de la atención sanitaria. «Los servicios de asistencia de salud mental infantojuvenil llevan desbordados desde mucho antes de la pandemia y la crisis no ha hecho más que agravar el problema. Los pediatras cada vez nos derivan más menores a los centros especializados y los recursos siguen siendo muy escasos, lo que se traduce en un retraso en el diagnóstico y en una peor calidad del tratamiento. Según dónde se viva, la primera cita en salud mental puede tardar más de un mes, aunque en los casos graves existe una prioridad que reduce ese tiempo hasta los 15 días. Sin embargo, el problema no es tanto ese primer contacto, sino el tiempo que pasa entre las sucesivas visitas, pues entre ellas pueden pasar dos y tres meses, lo que dificulta muchísimo realizar un tratamiento psicológico en esas condiciones», lamenta Gloria Bellido, presidenta de la sección infantojuvenil de la Asociación Nacional de Psicólogos Clínicos y Residentes (Anpir).

Cuando esos primeros pasos flaquean, las consecuencias se trasladan a los centros hospitalarios. «En los servicios de Urgencias hemos notado cómo se ha disparado la llegada de menores con autolesiones, ideas suicidas, ataques de ansiedad, depresión grave y trastornos de la conducta alimentaria, sobre todo anorexia. Vemos muchas intoxicaciones, abuso de drogas y de alcohol que antes se daban principalmente durante el fin de semana y con carácter social, pero que ahora se reproducen entre semana y en soledad. Es una tendencia muy preocupante», reconoce Iria Miguéns, coordinadora del Grupo de Salud Mental y Suicidio de la Sociedad Española de Emergencias y Urgencias (Semes).

De hecho, los datos resultan demoledores: En 2021 el número de suicidios en nuestro país creció más de un 7% y se disparó más de un 200% en el caso del intento entre los más jóvenes. «Durante estos últimos meses ha habido entre tres y cuatro veces más intoxicaciones no accidentales, comportamientos suicidas en general, trastornos en las conductas de la alimentación y aparición de síntomas depresivos en este colectivo», confirma Díez, aludiendo a un informe realizado por el Grupo de Trabajo multidisciplinar de Salud Mental en la Infancia. Y así lo corrobora Miguéns con su experiencia diaria, pues recuerda que «las estimaciones apuntan a que por cada suicidio consumado hay al menos 20 tentativas, lo que nos deja entrever por qué hemos notado esa avalancha en los servicios de Urgencias».

Y la palabra avalancha es la que emplea también Rodrigo Puente, psiquiatra y coordinador de la Unidad de Hospitalización Infantojuvenil del Hospital 12 de Octubre de Madrid, para describir la sensación que viven desde hace algunos meses. «Nuestra unidad está pensada para pacientes graves que requieren ingreso. Se abrió en abril de 2021 y durante el año pasado atendimos a 258 pacientes. En lo que va de este 2022 ya llevamos 45, por lo que parece claro que hay un incremento considerable. No sabemos si se trata de un problema latente que ya existía o son las consecuencias de la pandemia, pero en cualquier caso la covid ha sido un catalizador de todo ello», asegura.

Cambio de perfil

La pandemia ha cambiado el perfil de los pacientes que requieren asistencia hospitalaria: «Cada vez llegan a edades más tempranas, es decir, los problemas se inician sobre los 11 o 12 años, y nos encontramos con patologías de mayor gravedad, lo que nos obliga a realizar tratamientos intensivos y de urgencia», explica Carmen Moreno, psiquiatra del Instituto de Psiquiatría y Salud Mental del Hospital Gregorio Marañón de Madrid.

El abordaje integral de este tipo de pacientes resulta esencial. Buen ejemplo de ello es la figura de la enfermera especializada en salud mental, «que se convierte en la persona de referencia para los pacientes y las familias que llegan al hospital cargadas de dudas y con miedos. Si después de nuestra intervención hace falta mantener la continuidad del tratamiento nos encargamos de introducirles en la interconsulta y hacemos el seguimiento telefónico hasta que nos aseguramos de que ya está en manos de los compañeros de la red asistencial. En ningún caso se deja desamparado al afectado, porque son pacientes muy vulnerables», explica Julio González, enfermero especialista en salud mental del Gregorio Marañón.

A pesar de este escenario, nunca hay que tirar la toalla y ante los primeros síntomas es importante pedir ayuda a los profesionales. «Ser conscientes de que algo no va bien es el primer paso y una vez detectado, la red de asistencia siempre funciona», asegura Puente. Y el refuerzo comienza a llegar: «Sabemos que hay una gran necesidad en el grupo infantojuvenil y cada vez se dedican más recursos a ello, tal y como demuestra la apertura de nuevas unidades especializadas y la puesta en marcha de la atención domiciliaria para niños y adolescentes. La pandemia nos ha desbordado, pero es urgente dar una respuesta para que haya una accesibilidad rápida y eficaz», asegura Mercedes Navío, coordinadora de la Oficina Regional de Salud Mental y Adicciones de la Comunidad de Madrid.