Opinión

Miopes

Leo con emoción por aquí la siguiente noticia: un metabolito de la cafeína, conocido como 7-MX, se utiliza en Dinamarca para tratar la miopía infantil con prometedores resultados. Dicen, además, que no tiene efectos secundarios.

Ay, si yo lo hubiese sabido, me habría puesto morada de café. Es tan importante la vista en este mundo de imágenes, letreros, pantallas… Nadie que vea bien se puede imaginar lo que es, por ejemplo, viajar en avión con ese sentido empañado.

A mí me pusieron las gafitas con cuatro años. Y esa miopía que empezó con media dioptría se fue convirtiendo en una más cada año, con sus consiguientes lentes de culo de botella. Por cierto, que todavía no comprendo cómo en las ópticas siguen vendiendo esos cristales. Son mucho más baratos, claro. Pero me resulta indigno que se los ofrezcan a los que no tienen dinero para los reducidos. Destiérrenlos ya, por favor.

Pues bien, decía que la miopía marcó mi infancia, mi juventud y mi vida entera. Una enfermedad, que cuando es magna, no es solo ver mal de lejos, es ir llenándote de bichitos, nubes, sombras y oscilaciones; es crónica, degenerativa e incurable. Siempre he pensado que las muletas para los ojos no eran una buena solución. De hecho, el cerebro se acostumbra y va aumentado su necesidad, palabras de profana, pero experta.

Siempre he pensado que yo dejé de ver bien porque no quería ver lo que ocurría en mi casa. Tampoco en el colegio, donde me ponían en la última fila por mis malas notas. Entonces, ¿para qué mirar la pizarra si no la veía?

Sí, la vista es un sentido esencial que, si nos falla, nos convierte en personas llenas de miedo. ¡Y en el año 2050 la mitad de la población será miope! Eso dice la propia Organización Mundial de la Salud (OMS), y no es de extrañar teniendo en cuenta el maltrato que le hacemos a nuestros ojos con tanta pantalla. Ojalá funcionen los tratamientos que están investigando. Pero lo fundamental es prevenir y afanarse en mirar a lo lejos. Hemos perdido el horizonte.