Estupor
El inexplicable relevo del gerente del Hospital Clínico de Madrid
José Soto ha gobernado con maestría un centro hospitalario tal difícil como este
Una de las razones de la pujanza de la Sanidad madrileña con respecto a la de otras autonomías radica en la calidad de sus gerentes. Algunos son verdaderos maestros en el complejo arte de la gestión sanitaria. Con unos presupuestos limitados –lo son en todo el país– han hecho verdaderos milagros, convirtiendo sus hospitales en centros asistenciales de referencia pese a las limitaciones de las reglas burocráticas que lastran el devenir de la Sanidad.
Rafael Pérez Santamarina es un hombre de dilatada experiencia que gobierna con mano firme e inteligente un monstruo como es el Hospital La Paz. Juan José Equiza, muy ducho en estas lides, es otro excelente gestor, que lleva con sabiduría las riendas del Hospital Ramón y Cajal como antes lo hacía en el Clínico de Madrid. La lista de la excelencia se extiende a otros gerentes, cada uno con sus peculiaridades.
El referente de todos ellos es, quizás, José Soto, quien ha gobernado con maestría otro hospital difícil como es el Clínico de Madrid. Recuerdo que cuando llegó al cargo el centro era poco más o menos que un polvorín en el que se duplicaban servicios por la simple enemistad de los médicos que estaban al frente, y en el que algunos acumulaban tasas de mortalidad anormalmente altas. Soto, como ya empezó a hacer Equiza en ese hospital anteriormente, aplicó su proverbial mano izquierda. Pactó con jefes de servicio y con sindicatos, con médicos, enfermeras y auxiliares. Aunque pudo utilizar la potestas, echó mano de la autoritas, buscando siempre el lado positivo de los trabajadores. Su salida, decidida sorpresivamente por la Consejería, ha causado estupor y, desde luego, no se entiende a seis meses vista de las elecciones. Si se quieren caras nuevas, ¿por qué no esperar hasta que pasen?
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